El Banquete de Platón




El Banquete forma parte de un tipo de obras platónicas conocidas como Diálogos. Está escrita entre el 383 y el 379 a.C. Más o menos en la época en que se cree que nació Buda. Es una narración indirecta que hace Apolodoro de Falero, discípulo de Sócrates, a un amigo. La narración se basa, no en la presencia directa de Apolodoro en el acontecimiento narrado, sino en la información que le dio en su día tanto Aristodemo, presente en el Banquete, como el propio Sócrates, su maestro. Esta técnica descriptiva indirecta que nos ofrece Platón también es usada en otro de sus diálogos: el Parménides. El relato de Apolodoro a sus amigos ha de fecharse aproximadamente sobre el 400 a.C. pero entre la narración de los acontecimientos y la supuesta realidad de estos median 16 años.
Aunque hay quien traduce Banquete por Symposion, en realidad este es una parte de aquel. El Simposio comienza al final del Banquete. Cuando ya se acaba la comida y los comensales pueden dedicarse alegremente a beber y a conversar con entera libertad. Los sirvientes despejan las mesas, traen coronas de mirto, y reparten generosamente el vino en las copas. La mezcla de la bebida, la música de las flautas y la belleza de muchachos y danzarinas, crea la atmósfera especial en la que los participantes desarrollarán su amistosa charla. El Simposio era el acto social con el que se cerraba el convite amistoso entre los griegos. Este es el ambiente que elige Platón para presentar un coloquio o debate sobre Eros, el dios del amor.
Platón reúne a un grupo de intelectuales atenienses que celebran con su anfitrión, el joven dramaturgo Agatón, la victoria de este en el concurso de tragedias de las fiestas Leneas del año 416 a.C. La moderación en la bebida, acordada de antemano por los participantes, permite que los discursos sobre el tema propuesto se sucedan ordenadamente hasta la llegada del joven Alcibíades, que, algo borracho, cambiará el tono contenido y serio que hasta el momento tenia la reunión.
Con excepción de Aristófanes el resto de personajes salen en otros textos clásicos griegos como amigos o conocidos de Sócrates. Aristodemo sale en las Memorables de Jenofonte. Apolodoro es citado varias veces en 'Fedón' como el más llorón de los acompañantes en la muerte de Sócrates, pero también se cita en 'Protágoras' como padre del joven Hipócrates.
Agatón, Fedro, Pausanias y Erixímaco salen en 'Protágoras' entre los invitados de Calias a la reunión con los sofistas. Fedro por su parte es el interlocutor de Sócrates en el diálogo que lleva su nombre. Las relaciones entre ellos también se mencionan en los diferentes diálogos. Así por ejemplo en 'Fedro' se menciona la relación sentimental entre Fedro mismo y Erixímaco, y en 'Protágoras' la que existe entre Agatón y Pausanias.
Alcibíades era un personaje famoso en la vida griega. En el momento del relato estaba en la cúspide de su fama, debía andar por la treintena y su fama de guerrero, juerguista y estratega estaba bien establecida. Se le menciona en 'Protágoras', en 'Gorgias' y por supuesto en 'Alcibíades'. En todos ellos figura por su relación personal con Sócrates influyendo dicha relación, así como su amistad con Critias, en la condena popular que llevó a Sócrates a la muerte.
La figura de Aristófanes queda al margen del círculo de amigos de Sócrates y de las relaciones homosexuales propias de 'la pederastia' (institución griega ligada a la educación noble). Por otro lado Aristófanes como autor de teatro cómico parodió a Sócrates y criticó al afeminado Agatón en alguna de sus obras. Probablemente Platón incluyó a Aristófanes para tener un representante de la comedia, como Agatón lo es de la tragedia, de la misma manera que incluyó a Fedro como sofista y a Pausanias como orador o a Erixímaco, el medico, como representante de la moderación frente a Alcibíades como hombre de mundo, juerguista y guerrero.


ESTRUCTURA DEL DIÁLOGO.

Podemos reconocer en la obra cuatro partes bien diferenciadas:

I. Escena introductoria: en la que Apolodoro relata a un amigo lo que le contó a Glaucón unos días atrás sobre el convite de Agatón. La narración que hace Apolodoro, apodado 'el blando' por su predisposición sentimental, fue recogida de Aristodemo que fue testigo presencial en el festín, aunque no participara de los discursos, así como de aclaraciones sobre lo dicho que Apolodoro solicitó a su maestro Sócrates.

II. Preparación a los discursos. Que se podria subdividir en dos partes. Primero la descripción de cómo se encuentra Aristodemo con Sócrates y como este ultimo lo invita al banquete aprovechando cierto proverbio que dice: 'por propia iniciativa los buenos van a las comidas de los buenos', alterándolo en su favor por el siguiente: 'a comer con Agatón van por propia iniciativa los buenos'. Sigue la descripción de la llegada a la casa y la acogida de Agatón que precisamente quería haber invitado a Aristodemo y no lo encontró. Existe un detalle explicativo de la capacidad de reflexión de Sócrates el cual se queda rezagado mientras piensa en sus cosas y de como el banquete da comienzo sin él. Sócrates llega, pues, cuando el banquete ya esta por la mitad y se incorpora a él con toda normalidad. La segunda parte de esta preparación a los discursos es la llamada 'propuesta de Erixímaco' en la que este explica lo que Fedro -el verdadero propulsor del tema- le venia diciendo sobre la ausencia de alabanzas que los poetas dedican a Eros. Al recoger esta ausencia, Erixímaco por boca de Fedro, propone que cada uno de los comensales realice por turno un discurso en alabanza de Eros. Previamente el médico había sentado las bases de la moderación con el vino a fin de no acabar en borrachera ya que algunos de los invitados vienen de otras celebraciones realizadas el día anterior.

III. Los seis discursos sobre el amor y elogio de Eros. Estos se realizan por orden y son:

1. Fedro. Inicia su discurso afirmando que la grandeza del dios Eros proviene de dos fuentes principalmente entre otras razones. En primer lugar por la antigüedad de su origen, ya que no tiene padres que lo engendren. Cita a Hesiodo, a Acusilao y a Parmenides como especialistas en las genealogías de los dioses del Olimpo y les hace decir que del Caos primero surgieron la Tierra y Eros, siendo a este ultimo al primero que concibió. En segundo lugar Fedro nos explica que además de ser el dios más antiguo es causa de los mayores bienes para los hombres. Pasando a relatar con ejemplos el porque de su afirmación. Empieza explicando que lo que debe servir de guía a los hombres que pretenden llevar una vida honesta es algo que ni los honores, ni la riqueza ni ninguna otra cosa puede inculcar tan bien como el amor. Comparando el vigor que la divinidad inspira en algunos héroes al que procura Eros al enamorado como algo nacido de si mismo. Así se entiende que el amante sea capaz de las mayores hazañas si esta bajo observación del amado y al mismo tiempo rehuya con vergüenza las actitudes cobardes si estas pudieran ser apreciadas por su amado. Hace referencia a las actitudes que se daban en aquella época entre los amantes homosexuales pero también admite que el amor puede mover a las mujeres a dar la vida por otro, poniendo el ejemplo de Alcestis dispuesta a morir por salvar a su esposo.

2. Pausanias. Este orador empieza por aclarar al anterior que se debe de diferenciar entre dos Eros y dar a cada cual lo que es suyo. Así argumenta que como no hay participación de Eros sin Afrodita y puesto que de esta si que todos sabemos que hay dos, es natural reconocer que deberán de existir dos clases de Eros también. De las dos Afroditas una es más antigua y sin madre, la hija de Urano, por lo que se llama Afrodita Urania y la otra, más joven, es hija de Zeus y Dione y la llamamos Afrodita Pandemo. De ahí que al Eros que combina con una u otra le llamemos Eros Uranio o Eros Pandemo según sea. A continuación Pausanias da una explicación para asignar a cada Eros un aspecto del amor. Dice que así como las acciones realizadas por si mismas no son ni bellas ni feas, sino que la acción según como se haga resulta ser de una forma u otra: si se hace bien y rectamente es bella, mientras que si no se hace rectamente es fea. De la misma manera sucede con el amor y concluye que solo el Eros que impulsa a amar bellamente es digno de ser alabado. Después de esta afirmación ha de diferenciar cual de los dos Eros es el digno y lo hace sacando la conclusión a partir de su origen. Si Afrodita Urania no tiene madre y solo procede de varón y si esta es más antigua y por tanto libre de la desmesura de la juventud, será esta la que impulsando al Eros, en este caso el Eros Uranio, inspire el amor hacia lo masculino y hacia lo que es mas fuerte y tiene más entendimiento. Frente a este Eros Uranio refinado estaría el Eros Pandemo que es el impulsor de las relaciones amorosas vulgares que se dan al azar y es el amor con el que aman los hombres y mujeres ordinarios. Sigue Pausanias con explicaciones de las formas de amar en diferentes lugares: Atenas, Lacedemonia, Elide, Beocia y Jonia, para acabar justificando con sus razonamientos que la mejor forma de amor bello es la que se practica entre los atenienses enmarcados en la pederastia siempre que se atengan a las normas del amor a la sabiduría y búsqueda de la virtud como impulsores de la concesión de los favores homosexuales. 

 3. Erixímaco. El médico toma el turno a Aristófanes a causa de un ataque de hipo que este sufre. Empieza explicando que el discurso de Pausanias es incompleto ya que aun admitiendo con aquel que hay dos clases de Eros no se han de limitar sus efectos a los bellos muchachos o al amor vulgar entre hombres y mujeres ordinarios sino que se extiende y afecta a todo lo que en la naturaleza existe. Describe la salud como el equilibrio entre los aspectos complementarios y se extiende a los efectos de ambos Eros, 'el morboso' o desmedido y 'el bello' o con mesura, en la medicina, la música, la agricultura y en todos los ordenes de la vida. Es un discurso que se aparta de la línea 'mítica' que hasta ahora habían seguido los otros invitados e intenta introducirnos en las apreciaciones científicas que se podían hacer en la época.


4. Aristófanes. Su discurso tiene como fin exaltar a Eros como el mejor de los dioses ya que nos impulsa a buscar nuestra mitad complementaria, sea esta masculina o femenina según nuestro sexo original antes de que los dioses nos dividieran en dos mitades. El discurso de Aristófanes sirve para que Platón desarrolle el mito del Andrógino. Según este tres eran los sexos humanos originales: masculino, femenino y andrógino. Los hombres tenían cuatro brazos, cuatro piernas y dos cuerpos con dos caras una por cada lado. Podían andar hacia delante o hacia atrás y cuando corrían lo hacían rodando sobre sus ocho extremidades como los saltimbanquis circenses. Tenían una fuerza extraordinaria y con el tiempo llegaron a desafiar a los dioses así que Zeus, incomodo con ellos, decidió debilitarlos y dividirlos por la mitad. Los que eran del genero masculino resultaron en dos mitades masculinas y lo mismo los del genero femenino. Pero los que eran andróginos, o sea mitad hombre y mitad mujer, resultaron quedar en una pareja. Desde ese momento el impulso hacia el sexo complementario decidió las tendencias de cada uno.

5. Agatón. En su discurso empieza por remarcar que los que le han precedido han hablado sobre los beneficios que Eros aporta a los hombres pero nadie ha hablado de las cualidades de Eros. Dos aspectos son los que desarrolla, por un lado afirma y demuestra con las explicaciones que Eros es el más bello y el mejor de los Dioses. El más bello por que es el mas joven, y no el más viejo como defendía Fedro, y también el más delicado y grácil. El mejor por que su virtud es debida a ser el más justo, el que tiene más templanza y el que es poseedor de mas valentía y sabiduría. Concluye su discurso afirmando que quien posee tales características es luego causa para los demás de otras cosas semejantes.

 6. Sócrates. No inicia directamente su propio discurso sino que primero rebate por completo lo dicho por Agatón. Para hacerlo usa hábilmente la técnica de las preguntas y consigue que con las respuestas el propio Agatón acabe reconociendo que la verdad es diferente a los deseos que expuso con su discurso. Así acabará admitiendo con Sócrates que Eros busca la belleza por que no es bello y, en no siendo bello tampoco es bueno, por lo que ansia la virtud también por carecer de ella. La intima afinidad entre lo bueno y lo bello es un principio fundamental en la ética socrática y en general bastante difundido entre los filósofos griegos. Pero el verdadero discurso de Sócrates empieza con el relato de lo que le explicó Diotima de Mantinea, figura a la que recurre Platón para dar pie a la parte central del diálogo. La conversación con Diotima enlaza con la forma en que Sócrates acaba de rebatir a Agatón. La de Mantinea explica que no forzosamente la ausencia de belleza es fealdad ni la ausencia de sabiduría es ignorancia. Entre esos extremos hay gradaciones. Así el recto juicio o el opinar rectamente sin poder dar razón de ello es un estado intermedio entre el conocimiento y la ignorancia. Sigue Diotima preguntando y forzando respuestas de Sócrates que le conducirán a la afirmación de que Eros no es uno de los dioses sino un daimon (daimon es una naturaleza intermedia entre los hombres y los dioses)que no es inmortal pero tampoco es mortal. Explica el nacimiento de Eros, hijo de Penia y de Poro, concebido por Penia, la pobreza o falta de recursos, en un momento de embriaguez de Poro el hijo de Metis que encarna el Recurso. Así da pie a explicar las cualidades que tiene y no tiene Eros, en función de las dotes que le transmiten sus progenitores. La argumentación lleva a Diotima a explicar que solo los que saben que carecen de algo son amantes de lo que les falta. Así los dioses no aman la sabiduría por que ya la poseen y los ignorantes al no saber que les falta sabiduría no la aman pues no se saben faltos de ella. Entonces, - pregunta Sócrates a Diotima - ¿quiénes son los que aman la sabiduría, si no son ni los sabios ni los ignorante? Diotima contundente explica que son los que están a medio camino entre ambos extremos, como Eros que a causa de su nacimiento se halla a medio camino entre lo que procede de un padre sabio y fértil en recursos y una madre ignorante y carente de recursos. Mediante el sistema de diálogos Diotima conduce a Sócrates por una escalera de razonamientos que acabará en un discurso al estilo de los sofistas. En el punto culminante del diálogo Diotima hace un resumen y dice en que consiste el amor: es el deseo de poseer el bien para siempre. De esta afirmación se desprenderán las consecuencias del diálogo y se desgranaran las cosas necesarias que deben de perseguirse. Así es como Diotima desvela que tras ese deseo de conseguir el bien y retenerlo para siempre se esconde la necesidad de procrear en la belleza, tanto según el cuerpo como según el alma. Así pues el amor no es simplemente amor de lo bello sino amor de la generación y de la procreación de lo bello. Pues si el amor es desear el bien para siempre, es forzoso aceptar que el amor sea también amor de la inmortalidad. Los fecundos de cuerpo tenderán a la generación de hijos de la carne que los trasciendan y buscaran el amor en la mujer bella. Los fecundos de espíritu, también llamados en el diálogo creadores, buscaran engendrar hijos del espíritu, educandos o alumnos, a los que transmitir sus virtudes en un deseo de generar obras inmortales y lo harán siguiendo un camino de progreso que Diotima explica paso por paso y que va desde la belleza particular de un cuerpo joven hasta la belleza absoluta desligada de lo físico y de la que emanan todas las bellezas particulares. Belleza absoluta que se convierte en el objetivo final del perfecto amante. Sócrates para acabar su discurso les hace entender que es Eros el mejor colaborador del hombre en estos afanes ya que se precisa del poder y valentía de este para recorrer el camino hacia el bien y la belleza que nos aproxima a la inmortalidad de los dioses.


IV. La llegada de Alcibíades y su improvisado discurso final. Alcibíades aparece algo borracho al final del banquete con un grupo de juerguistas y se acomoda entre Agatón y Sócrates lo que da lugar a un discurso sobre las relaciones entre amantes y amados. Para ello usa un relato de su propia experiencia amorosa con Sócrates.

ANÁLISIS.

I. El amor. En este Diálogo Platón expone su teoría del amor. Usa las distintas visiones de Eros que aportan los invitados para culminar con la explicación de la suya. Junto a los discursos, razonados y encadenados por los diálogos, también usa la experiencia personal al acabar el relato con el discurso de Alcibíades.
Platón usa a los personajes para perfilar la idea de que Eros impulsa un tipo de relación amorosa más profunda que la impulsada por Afrodita. Esta última esta del lado de lo corpóreo representando la faceta gozosa del juego sexual sin la participación de la pasión amorosa del alma. Eros hiere más profundamente y atrapa en su hechizo a los amantes más allá de los placeres físicos del cuerpo. Ambos tienen relación con el ideal de la belleza, pero en Eros se produce con más facilidad la sublimación y por tanto, la entrega del alma al amante, pasa a ocupar la parte central de la relación incluso más allá del contacto físico. El amor Platónico es el paradigma de la relación amorosa sublimada en la que el contacto físico a menudo es consciente o inconscientemente evitado para huir de la trivialización de los placeres físicos y concentrarse en los placeres del alma.
Si Afrodita patrocina la unión sexual, la fusión de los cuerpos y la sensualidad entre los amantes, Eros produce un enamoramiento que, en la visión Platónica, anhelará engendrar en la belleza. Pero Eros y Afrodita pueden ser momentos distintos del mismo proceso o pueden estar disociados cuando se aspira a un amor sublimado. El desahogo sexual acaba a menudo con el anhelo inicial del Eros y por el contrario la sublimación del deseo puede convertir el anhelo erótico en un impulso hacia lo infinito, hacia la inmortalidad o hacia la trascendencia del espíritu.

II. La homosexualidad. Platón recoge de su entorno histórico el tema del amor homosexual y al desarrollar su teoría amorosa parece buscar las bases que permitan más que entender esta conducta justificarla y trascenderla. En el momento de escribir El Banquete y Fedón, ambos diálogos muy cercanos en el tiempo, la pederastia, institución griega ligada a la educación de los hijos de los nobles atenienses, tiene más pasado que futuro. Pero no será hasta que escriba las Leyes, en su vejez, cuando repudie abiertamente la pederastia lisa y llanamente como contraria a la naturaleza humana. Tampoco se ha de olvidar que Sócrates, maestro de Platón, fue condenado a muerte por un tribunal popular que lo acuso de corromper a los jóvenes. En el Banquete Platón ofrece una visión de Sócrates que lo acerca al ideal del amante erótico. Quizás aproveche el tributo a su maestro para iniciar el desarrollo de su visión del eros y del amor que no acabará de completar hasta la madurez cuando diez años más tarde escriba Fedro.


MI REFLEXION FINAL

Para analizar o reflexionar sobre lo que Platón expone a menudo es necesario referirse a otros Diálogos. La lectura del Banquete confirma las tesis expuestas en la República y nos pone en guardia ante la división expuesta con esas dos formas de entender el amor y las consecuencias sociales y políticas que ello puede traer. No me refiero a las connotaciones sobre la homosexualidad sino al solapado desprecio hacia la feminidad y el papel de la mujer en la sociedad que protege la forma platónica de entender el eros y el amor. En la República Platón declara, sin rubor alguno, que la reproducción es sobre todo un problema político y por tanto a tratar de forma global. El deseo individual de tener niños no tiene valor para Platón, si no es para el hombre (y la mujer) "vulgar" que puede creer que satisface su anhelo de eternidad o trascendencia a través de la fecundidad de los cuerpos. Pero las almas apasionadas por un verdadero amor de lo eterno solo quedarán satisfechas con el amor de lo verdadero, es decir con la fecundación de las almas, no de los cuerpos. Los hombres en búsqueda realmente de la eternidad se volcaran hacia las almas bellas y más aptas para ser educadas, que son las de los muchachos. Y la relación amorosa, si no erótica, entre maestro y discípulo, es más digna y deseable que el amor entre hombre y mujer.
Es preciso tener presente este menosprecio por la procreación para comprender la indiferencia absoluta con la que se trata la cuestión de la relación entre los sexos y la relación con los hijos en La República. Las tesis del Banquete se hacen patentes en todos los lados donde el alma se defiende del cuerpo, donde el cuerpo se defiende del alma. En cualquier parte, tanto en filosofía como en el erotismo, uno se separa del otro y en esta división se fuerzan las consecuencias para el hombre o mujer individual, ya que tras la filosofía hemos de ver las consecuencias sociales y políticas así como tras esa visión del eros hemos de ver el uso práctico de las relaciones amorosas entre los seres humanos de cada día.
La simplificación Platónica de la diferencia de los sexos a través de la disolución de la familia tiene el mérito de ponernos en guardia y resaltar algo que podría olvidarse: el hombre y la mujer no se definen solamente por una diferencia anatómica o fisiológica. La pareja heterosexual no es simplemente diferencial sino que compromete la relación de los dos sexos a un proyecto común: sobrevivir juntos, procurar un futuro a los mortales. Es especialmente cuando la relación se refiere a ese tercero, que solamente puede nacer de su unión, cuando el hombre y la mujer se definen como diferenciados verdaderamente. Si se olvida la relación con la descendencia o si no se establece sobre ella ningún vinculo social, como el matrimonio y la filiación, la diferencia entre hombre y mujeres no tiene sentido y la identidad sexual no tiene demasiada importancia. Es precisamente la paternidad o la maternidad la prueba decisiva de la diferencia de sexos y Platón con su menosprecio del amor vulgar y su exaltación de la homosexualidad sublimada olvida que cada uno de nosotros somos individuos que para nuestro completo desarrollo precisamos de la aportación de ambos sexos comprometidos en dotarnos de esa trascendencia que él parece poner solo en el ideal amoroso del maestro por el discípulo.