Las sandalias del monje




Muchos años después el monje volvió a Vanarasi (para vosotros Benarés), había pasado mucho tiempo. Más de una Era desde la última vez. Ahora estábamos en la Era de Acuario. 

Llevaba ya el monje varios meses viviendo aquí y ya había comprobado que lo superficial había cambiado totalmente. La ciudad no era reconocible. Pero no le costó encontrar gente amable que lo acogiera y le ofreciera refugio.  Pronto un grupo de muchachos jóvenes se interesó por el sentido de sus narraciones que acostumbraba a explicar cada día al caer el sol en una de las plazas de Vanarasi.  

Seguido de estos acompañantes, que ya empezaban a llamarle maestro, un día fueron andando hasta Sarnath a buscar el que él recordaba como Parque de los Ciervos.  Los chicos claro no sabían qué era lo que allí había pasado hacia 2400 años.  Sonrió para sus adentros y tuvo un recuerdo para sus 5 amigos ascetas que lo acompañaron en aquella ocasión, cuando habló por primera vez a la multitud allí congregada.

Después de caminar unas 10 millas de la nueva nomenclatura que ahora usaban, encontraron una enorme explanada, nada que ver con el Parque de los Ciervos que el recordaba, con una enorme y horrible Stupa central inacabada, que llamaban Dhamehk, toda ella festoneada con bajorrelieves gupta de figuras humanas y animales.  Al monje no le gustó y consideró  que el coste de todos aquellos monumentos habría servido para alimentar a muchas familias necesitadas.  Pero sintió compasión por aquellos que, creyendo hacer el bien,  quizás no habían comprendido y no podían hacerlo mejor.   

Los muchachos que le seguían, y él mismo, vestían sencillamente, muchos una sola camisa blanca con pantalones de chándal, él una camisa y un chándal completo de Decathlon de color azul marino (aunque os parezca broma en la India también hay Decathlon).  Cuando hacía calor se sacaba la parte superior y caminaba como ellos en camisa, porque los tiempos de las túnicas habían pasado y aquello fue lo más barato y práctico que encontró.  Tenia dos juegos, así mientras se secaba lo que había lavado,  podía llevar el otro.   Su vida era la de un monje, pero la de un monje que vivía en medio de la gente a la que ayudaba.  Siempre tenía algún pequeño trabajo o encargo que realizar para sus vecinos y así obtenía algo de comida a cambio, no necesitaba más.  

Mientras volvían de Sarnath, uno de sus seguidores le preguntó:

—Maestro ¿porqué nos decís que para empezar el camino hemos de calzar unas nuevas sandalias?  ¿Es que las sandalias que llevamos no son dignas?
—No se trata de eso Hari, tus sandalias pueden ser dignas de cualquier empresa.  Cuando me refiero a las sandalias en realidad me refiero a la comprensión, estoy usando una metáfora.  No podéis iniciar el nuevo camino sin una comprensión nueva.   Verás, tus sandalias, como tu comprensión actual, ya están hechas a tus pies, se adaptan tan perfectamente que parece que no las lleves,  por otro lado con el paso del tiempo se han curtido, endurecido y apenas ceden ante las diferencias del terreno. Quizás eso sea útil para un camino habitual. Pero cuando queremos emprender un largo viaje nos procuramos unas sandalias nuevas, para que nos duren, en la vida interna pasa lo mismo, no podemos afrontar el nuevo camino sino es con una nueva comprensión.  

El grupo se hizo más compacto alrededor del monje y el mismo Hari se atrevió a preguntar.

—Cómo ha de ser esa nueva comprensión que necesitamos Maestro?

—Antes de arriesgar vuestros primeros pasos en un nuevo camino de perfección debéis conocer la estructura de vuestra mente y cómo funciona. Así sabréis como ese funcionamiento afectará definitivamente a lo que hagáis y a como lo hagáis.  Pero... empecemos por un principio y ya lo iremos completando... Habéis de saber que la vida, sin ningún esfuerzo, nos dota de una comprensión ordinaria, literal, que tiene que ver con los sucesos físicos, una comprensión ligada a los sentidos que emana o surge de forma espontánea de la que llamamos mente sensual.  Solo el mundo de lo abstracto, el mundo de las ideas genera en la mente abstracta o psicológica otro tipo de comprensión a la que llamamos comprensión psicológica, por que trabaja con contenidos que no son físicos sino son ideas o construcciones mentales.  

—Entonces tenemos dos mentes?  —dijo otro de los muchachos.

—No, no son dos mentes ni tres, la mente es única pero al mismo tiempo es un conjunto de funciones especializadas que se pueden desarrollar o no depende de cada ser humano.   La mente ordinaria, o sea la función ordinaria de la mente, sirve para relacionarse con el mundo externo y es la única que nos es dada de partida, sin ella no sobreviviríamos.  Para desarrollar una mente abstracta, o sea la función abstracta de la mente, es preciso ponerse en contacto con las ideas, con las abstracciones y los conceptos que no se refrendan en lo físico sino en las elaboraciones del pensamiento.  La función abstracta o psicológica de la mente se desarrolla cuando entramos en contacto con las ideas a través del dialogo, del discurso explicativo de otros o de la lectura, ahora más común por suerte, pues antaño la mayor parte de los hombres eran analfabetos...  

—Perdone Maestro, entonces si lo he entendido bien, ¿nuestra comprensión será de un tipo o de otro según de que fuente surja o que origen tenga? ¿Es así?

—Efectivamente Mahayani, así es.  De momento hemos hablado de dos comprensiones, la literal y la psicológica.  Es fácil entender que cuando hemos de abordar cuestiones metafísicas, como es el caso de nuestro posible recorrido hacia la iluminación, la comprensión a usar es la psicológica. No es que podamos elegir es que surge así de forma automática. 

—Entonces la comprensión psicológica o abstracta también nace con nosotros de forma automática. 
  
—No Hari, la comprensión psicológica se forma, entrena y acrecienta, con la lectura y con el dialogo profundo entre personas, no con la lectura de entretenimiento, sino con aquellas lecturas que nos ponen frente a contenidos abstractos que hemos de entender, contrastar y valorar.  Tampoco la charla habitual mundana ayuda a formar la comprensión psicológica pues no trata de contenidos o ideas propias de la parte psicológica o abstracta del ser.  Debido a todo ello lo natural, lo habitual, es que se posea una comprensión literal muy bien desarrollada y una débil, o poco desarrollada,  comprensión psicológica.   

—Entiendo Maestro —dijo Mahayani— que si nos estáis diciendo que para iniciar el camino debemos de tener una nueva comprensión, esta es una nueva comprensión psicológica, ¿no es así?

—Obviamente es así.  Pero nueva quiere decir que la que ya tenéis, aunque sea comprensión psicológica, no sirve. Y ese ha sido el problema de muchos en el pasado, que afrontan el camino del Dharma con su vieja comprensión psicológica.  Por eso he regresado...     

Los muchachos se miraron entre sí con cara de no entender totalmente lo que les decía.  El monje, viendo sus expresiones siguió matizando.

—Si, no os extrañéis, todavía no os lo había dicho, pero ya había estado antes aquí en Vanarasi, y entonces también hablé con gente como vosotros, y les enseñé un camino hacia la Iluminación, pero fue culpa mía no calcular que algunos de mis seguidores tendrían prisa y emprenderían el camino vertiendo sus nobles intenciones y sus grandes esfuerzos en el lugar inadecuado de su comprensión.  Ellos no atendieron a mi consejo de calzar unas sandalias nuevas antes de empezar a andar...  De ello vinieron algunas confusiones y aparecieron interpretaciones de mis consejos que yo no habría dado.  Después mis consejos, o lo que ellos dijeron que eran mis consejos, se convirtieron en un dogma, y la fe se hizo imprescindible. Añadieron boato y liturgia a sus reuniones, edificaron stupas y templos, y aceptaron todo aquello que yo había desechado de los brahmanes hinduistas y jainistas.  Acabaron haciendo de mi camino una religión temporal.  Mis seguidores, convertidos en maestros, hicieron del Dharma su profesión y de la religión su virtud, su modo de vida y su forma de influir en el mundo temporal.  De una cosa simple hicieron una cosa compuesta, desoyendo el que fue mi último consejo antes de partir de este mundo:  recordad que todo lo compuesto se descompone y  muere.