5 - La ira de Zeus y los Andróginos

Cuentan algunos que los pesares de Zeus no tenían fin con los hombres de por medio. Y sucedió que estos, desde la aparición de las mujeres, descubrieron el sexo y, como no tenían moderación ni juicio suficientes, cayeron en el vicio.  Sus celebraciones  y fiestas de todo tipo eran un escándalo continuado y los dioses apenas podían descansar pues los gritos de los placeres llegaban hasta los cielos.  Viendo que los hombres y mujeres no solo se apareaban entre ellos sino que también lo hacían con sus iguales, convocó una gran reunión de dioses en el Olimpo. 

Habló Zeus con su atronadora voz para decir: 
- Os he reunido para saber que podemos hacer con los hombres que pueblan la tierra a fin de que cese tanto alboroto y podamos descansar aquí en el cielo. 
Marte fue el primero en hablar y dijo:
- Oh Zeus, padre de todos los dioses, deja que lleve la guerra hasta ellos y perezcan luchando hermano contra hermano, hombre contra mujer y padres contra hijos.
- Ciertamente eso merecen, pero el castigo acabaría con la raza humana y no es todavía su hora, dijo Zeus.
- Encendamos un fuego eterno en cada montaña para que les entre el temor a morir y así cesarán en sus orgías, dijo Vulcano.
- Inundemos la tierra con el océano, dijo Poseidon…
Y así, uno tras otro fueron deseando a cual peor pesadilla para la raza humana.  Al fin se levantó Metis, que era la diosa de la inteligencia y que todavía no había sido tragada por Zeus, como sucedió más tarde, para decir:
- Oh amado Zeus, por que no lanzas tu rayo sobre ellos para unir a los que en abrazo  están unidos y convertirlos en redondos seres que recuerden a los planetas de los que tomaron sus cualidades…
- Bien pensado, dijo Zeus divertido, podríamos hacerlos seres de cuatro piernas, cuatro brazos y dos cabezas, una mirando adelante y otra atrás.  Avanzarían sobre sus piernas en una u otra dirección y tendrían el doble de entendimiento que uno solo de los hombres actuales.  No buscarían el sexo pues estarían unidos a quien han deseado y se acabarían nuestras noches en blanco. 

Y así fue como, dando por acabada la reunión celeste, Zeus lanzó su rayo hacia la tierra.  Al resultado de la fusión de quienes estaban abrazados entre si, la llamó Andrógino.  Y de esa fusión surgieron tres sexos y no dos como hasta entonces.  Aquellos que habían buscado unirse con el sexo opuesto fueron andróginos complementarios, en ellos había la parte masculina que la daba el sol y la parte femenina que la daba la tierra, aunque a partir de entonces el conjunto fue influido por la luna.  Mientras que aquellos andróginos que eran dos mitades masculinas siguieron bajo el influjo de lo solar y los andróginos que estaban formados por dos mitades femeninas lo fueron por la madre tierra.  Todos tenían lo que querían y Zeus pudo descansar. 

Pero la paz no duró mucho.  Pronto los andróginos fueron redondeándose a medida que practicaban la marcha sobre sus ocho miembros, pues si andaban lo hacían normalmente sobre sus piernas, pero al lanzarse a la carrera se hacían una bola y usaban, como los saltimbanquis, todas sus extremidades.  Tal era el vigor, fuerza y velocidad que adquirieron que se volvieron altaneros y soberbios, tentando con su arrogancia nuevamente a los dioses.  

Después de bastantes generaciones, y cuando los andróginos ya cubrían la tierra y amenazaban con abandonar el culto a sus dioses celestes, Zeus se reunió con Metis en el palacio de ésta, para reñirla por sus extravagantes ideas, pues había creado un problema mayor al querer resolver otro.  De vuelta a su trono convocó a Poseidon y acordaron un plan:  Zeus mandaría a su rayo para disolver a los andróginos que había unido y Poseidon enviaría a los mares a batir contra la tierra a fin de castigar a los hombres, revolverlos en sus moradas sin llegar a destruirlas  y darles escarmiento como aviso.  Mientras estaban reunidos tramando su plan se presentó Hermes con sus pies alados y participó de ella diciendo:
- Oh Zeus, padre de todos los dioses, has pensado que la culpa de que los hombres no tengan entendimiento, moderación y juicio  sea nuestra al no haberles dado estas cualidades?
- Has hablado con sabiduría Hermes. Tienes razón, quizás podríamos hacer algo para reparar nuestro olvido.  ¿Que propones?
- Los hombres conviven ahora en ciudades desde que la mujer deseó tener su hogar y no compartirlo con los animales del bosque.  Es complicada su vida sin un arte que les rija las desavenencias, así pues, en  primer lugar hagamos entrega de algunas cualidades o dones que mejoren este aspecto.
- Cierto, dijo Zeus, seguramente necesitan el arte de la política.  Y para auxiliarlos le daremos también dos dones imprescindibles que son la justicia y la decencia.
Y también seria bueno darles otras habilidades como el arte, la poesía, la música…
- Si, si, pero no corras tanto, que en otra ocasión ya hice un encargo y me salió mal.  Verás Hermes, puedes distribuir al azar las habilidades que tú, Afrodita, las Musas y Atenea queráis, pero ha de quedar claro que la decencia y la justicia, han de ser donados por un igual a todos los hombres y mujeres sin distinción para que todos tengan el mismo derecho a practicar el arte de la política.  Esa es mi condición al encomendaros la mejora de los hombres.  Cumplid con mi voluntad. Que yo les volveré a dividir en dos mitades con mi rayo y les devolveré a su anterior estado.  


Desde aquel momento tomó sentido aquello de que 'te parta un rayo'.  Y asi fue como eternamente los que resultaron divididos buscan siempre a su otra mitad.

Y Hermes salió de palacio dispuesto a cumplir con los designios de Zeus. Lo que sucedió después es otra historia.