Como sabemos, (lo hemos explicado al final de las aventuras amorosas de Zeus - entrada 7) Hércules fue hijo de la reina Alcmena la cual lo concibió creyendo que yacía con su esposo Anfitrión de Tebas, sin embargo quien lo procreó fue Zeus tomando la apariencia del rey ausente pues de otra manera Alcmena, que era muy virtuosa, no abría accedido a hacer el amor con Zeus. El embarazo de Alcmena siguió su curso pero estaba embarazada de gemelos. Al enterarse Zeus de que estaba previsto el nacimiento de dos varones juró que el primero que naciera seria un gran rey. Hércules nació primero que su hermano Ificles y se convirtió en el primer héroe nacido de un dios y una mortal.
Hera, la esposa oficial de Zeus, que era muy celosa, supo de la infidelidad y trató por todos los medios de perjudicar al héroe. Lo intentaría toda la vida... Primero probó sin éxito a retrasar el parto de los gemelos, más tarde envió dos serpientes a matar a Hércules mientras dormía en la cuna, pero el héroe jugó con ellas y las estranguló como si fueran insignificantes juguetes...
Como que Alcmena no tenia bastante leche, secretamente Zeus dispuso con engaños que Hera amamantase a Hércules sin saber que era él. Cuando finalmente Hera lo descubrió apartó bruscamente su teta de la boca de Hércules y un gran chorro de leche se esparció por el firmamento creando la vía Láctea.
Hércules creció sano y fuertote. Al ser hijo de Zeus tenia una gran envergadura y era muy atrevido, aunque no era muy inteligente. Durante la infancia se mostró siempre rebelde y poco disciplinado. Tanto és así que una vez en clase de música se enfureció con el maestro y le dio un golpe con la lira matándolo al instante. Fue acusado de asesinato y el joven tuvo que comparecer ante un jurado. Al ser hijo del rey Anfitrión de Tebas se tuvo en consideración que había actuado en defensa propia –cosa que no era cierta–, pero que en su caso le valió el perdón.
Pasado poco tiempo Hércules tuvo también problemas con algún criado del palacio real al que maltrató sin demasiada razón por lo que Anfitrión viendo el carácter violento y colérico de su hijo adoptivo decidió enviarlo al campo poniéndolo al mando de todos sus rebaños. Allí un pastor llamado Teutaro le adiestró en contener sus arrebatos, pero sobre todo le enseñó a manejar el arco y la flauta.
Hércules era ya un fornido adolescente cuando partió a dar caza al león de Citeron que siempre estaba tocándoles las narices a sus bueyes y no había manera de darle caza. Después de días de acoso consiguió matarlo y se vistió con sus pieles. Ya estaba a punto de llegar a su campamento, en donde le esperaba Teutaro, cuando se encontró de cara con una partida de emisarios del rey de los Minios que llegaban a cobrar sus impuestos a los tebanos. Hércules no se lo pensó dos veces y los atacó, les cortó la nariz y las orejas, las ató a sus cuellos y los envío de regreso con el mensaje de que ese era todo el tributo que iban a conseguir si volvían.
Al enterarse el rey tebano Creonte decidió recompensar a Hércules permitiéndole que se casara con su hija Megara, con la que tuvo varios hijos. Ninguno de los cuales llegó a viejo, como veremos.
Pero Hera seguía enfurecida y cuando Zeus le explicó lo bien que le iba a su héroe favorito, decidió provocar un ataque de locura en Hércules, el cual, poseído por la cólera de Hera mató a su mujer, a sus hijos y a dos sobrinos que pasaban casualmente por allí. Al despertar de su locura se avergonzó tanto de su conducta que huyó a aislarse de la sociedad habitando por un largo tiempo en las tierras más alejadas y salvajes.
Finalmente su hermano Ificles lo encontró y lo convenció para que fuera al Oráculo de Delfos a solicitar el perdón. En penitencia la sibila delfica le propuso los 12 trabajos de Hércules. Tras el cumplimiento de todos ellos quedaría por fin perdonado.
Pero estos trabajos son cada uno motivo de una historia, así que los dejaremos de lado por ahora.
Una vez Hércules acabó con los doce trabajos se puso a buscar una nueva vida y se dio unas cuantas vueltas por el Helesponto hasta dar con Yole, la hija del rey de Ecalia, de la que se enamoró perdidamente. Pero su padre Eurito, no se fiaba de Hércules pues la fama le precedía y sabia que en un arranque de locura había matado a su anterior esposa y a sus hijos. Así que le denegó la mano de su hija.
Tiempo después Eurito organizó una competición de tiro con arco, prometiendo la mano de su hija a aquel que fuera capaz de superarle, a él o a sus hijos, que eran los mejores arqueros del mundo conocido. Hércules se presentó deseando ganar. Los hijos de Eurito consiguieron derrotar a todos los participantes pero cuando le tocó el turno a Hércules este dio tan certeramente en la diana que batió las marcas de estos últimos. Eurito alarmado, se dio cuenta de que el héroe estaba ganando y detuvo la competición impidiendo que se proclamara campeón. Su hijo mayor Ifito intentó hacer entrar en razón a su padre y defendió a Hércules pero no hubo nada que hacer, el padre se cerró en banda, rompió su promesa y se ganó la enemistad de Hércules para toda la vida. Lo cual le costaría muy caro como veremos.
A los pocos días, apesadumbrado y dolido, Hércules decidió partir. Justo en ese momento se descubrió en la ciudad que se habían robado las yeguas del rey Eurito. Entonces Ifito, que había apoyado a Hércules en la injusticia de la competición, pidió ayuda a Hércules para buscar las yeguas. Accedió Hércules y realizaron una larga e infructuosa búsqueda, tras lo cual nuestro héroe volvió a Tirinto, su ciudad de residencia. Un tiempo después Ifito descubrió las huellas de las yeguas y las siguió hasta Tirinto , exactamente a la casa de Hércules en donde aparecieron los animales. Hércules explicó que él las había pagado a un vendedor de ganado, cosa cierta, pero Ifito no le creyó y discutieron con violencia en lo alto de la muralla. Hércules encolerizado arrojó a Ifito desde lo alto causándole la muerte en el acto.
Hércules avergonzado por haber vuelto a matar a un inocente, regresó al Oráculo de Delfos, donde le fue impuesta una penitencia de tres años al servicio de la reina Onfale, de Lidia. Allí, a manos de la reina tirana, tuvo que aguantar innumerables humillaciones y trabajos de mujer, vestido con ropas femeninas, mientras Onfale vestía la piel de Leon de Nemea que Hércules había matado en la primera de sus anteriores penitencias… Después de tres años Hércules liberado de su esclavitud se casó con la reina y tuvieron un hijo al que llamaron Agelao. En realidad lo hizo para poder mandar sobre ella ya que había aguantado la situación contraria durante tres largos años…
Pero la vitalidad de Hércules no conocía limites, y cansado de las rarezas de Onfale –una vez satisfecha su pequeña venganza–, decidió dejarla y viajar en busca de nuevas aventuras.
En uno de sus viajes a Calidón, conoció a la princesa Deyanira, de la que se decía que tenia los pechos más bonitos del Helesponto, y de la que se prendó al momento. Era la hija de Eneo, rey de Calidón, el cual había prometido la mano de su hija al temible dios-río Aqueloo. Este dios, que podía cambiar de forma a voluntad, era muy poderoso y por eso muy confiado, sin embargo Hércules lo retó a un duelo por la princesa y el dios-río aceptó creyendo que no tendría ningún problema con aquel mortal. En el duro combate Aqueloo presentó diferentes transformaciones pero la última que tomó el río, con gran lujo de detalles, fue la figura de un esplendido toro negro. En esa transformación perdió un tiempo precioso buscando la estética perfecta del toro, tiempo que Hércules –que iba al grano– supo aprovechar para darle muerte retorciéndole el cuello por los cuernos. El héroe entregó los cuernos del dios-río a las náyades para que los transformaran en cornucopias de la abundancia. Así fue como tomó a Deyanira por esposa y pudo gozar de sus atributos.
Tiempo después Deyanira deseó visitar a su hermano Meleagro. Durante el viaje tuvieron que atravesar el río Eveno. A su orilla les estaba esperando –como quien no quiere la cosa–, el centauro Neso, el cual se ofreció a llevar a Deyanira a cuestas mientras Hércules cruzaba a nado. Pero Neso estaba secretamente enamorado de la princesa y cuando llegó a la orilla la raptó alejándose al galope con la intención de violarla. Hércules enfurecido le disparó una flecha envenenada con la sangre de la hidra Lerma acertándole en el corazón. Neso, moribundo –y antes de que Hércules llegara al lugar–, le dijo a Deyanira que tomara en un frasco un poco de su sangre, y si notaba que algún día perdía el amor de Hércules, se la aplicara pues era una eficaz pócima de amor. Deyanira cayó en la trampa de Neso, pero no se daría cuenta hasta que fue demasiado tarde.
Pasó un tiempo y Hércules, que no había olvidado del todo a la princesa Yole y la afrenta que sufrió en el reino de Ecalia, decidió levantarse en armas contra el rey Eurito y sus restantes hijos arqueros. Tuvo lugar una gran batalla en la que finalmente salió vencedor el héroe y en la que murieron Eurito y todos sus hijos menos Yole, que fue raptada por Hércules. Para celebrar la victoria encargó un festín en el que se sacrificarían doce bueyes en honor de Zeus. Heracles pidió a Deyanira una túnica limpia pues la que llevaba estaba hecha unos zorros después de la batalla… y quería estar presentable para la fiesta. Deyanira, muerta de celos por haber comprobado que Hércules se había batido por el recuerdo de Yole, decidió aplicar la pócima de Neso a la túnica que tenia que llevar Hércules. En cuanto el héroe se la puso notó que la piel le ardía y trató de sacársela, pero quedó adherida a su piel causándole tal sufrimiento que solo acertaba a pedir que lo mataran. En estas Deyanira, al darse cuenta de lo que había hecho, se dio muerte ahorcándose en sus habitaciones.
Fue Yolao su sobrino, compañero de aventuras y amante, el que prendió fuego a la pira en donde Hércules murió abrasado pues este sufrimiento era menor que el causado por el veneno del centauro. Dicen las malas lenguas que Neso era un agente de Hera, y que la noche en que murió Hércules se oyeron celebraciones en los aposentos de Hera, allí en el palacio del Olimpo.
Hércules murió el 12 de octubre, és el día de la Herakleia, que los griegos antiguos siempre más han festejado desde entonces.