Para conocer esta historia mítica nos hemos de remontar al principe Minos, hijo del rey Asterión que gobernaba la isla de Creta.
Al morir Asterión, Minos solicitó ayuda a Poseidón para ocupar el trono de Creta. Poseidon escuchó la demanda e hizo surgir del mar un fabuloso toro blanco que acompañó a Minos en su ascensión al trono. Minos agradeció la ayuda de Poseidón ofreciendo sacrificar al toro blanco en su nombre. Pero, a medida que pasaban los días, Minos quedaba cada vez más maravillado de las cualidades del toro y decidió ocultarlo entre sus sementales para burlar el sacrificio que había prometido. El día señalado sacrificó a otro ejemplar, casi blanco, en su lugar pero no consiguió engañar a Poseidon, el cual, enfurecido por la treta, decidió vengarse de Minos haciendo que su mujer Pasifae tuviera un insólito deseo de yacer con el toro blanco que Minos se había querido guardar para sí.
Poseída por la lujuria que Poseidón había inculcado en ella, Pasifae solicitó la ayuda de un artesano de la corte que se llamaba Dédalo para que le construyera una vaca en el interior de la cual pudiera esconderse para yacer con el toro. Dédalo se avino al trato a cambio de ascender de artesano a arquitecto de la corte, y le construyó la vaca con madera y la cubrió con pieles verdaderas. Los cuartos traseros de la vaca eran practicables y en su interior Pasifae podía abrir sus piernas, embutidas en las de la falsa vaca, para recibir así las embestidas del toro. Del sexo ya consumado resultó un embarazo del que nació un ser humano con cabeza de toro, el Minotauro, al que llamaron Asterión como su abuelo.
Pasifae amamantó al Minotauro hasta los seis años, pero a partir de ahí el medio hombre y animal se volvió cada vez mas agresivo y empezó a rechazar toda comida que no fuera carne humana. Pero el castigo de Poseidon no acabó aquí ya que a medida que Asterión crecía se mostraba más indómito, irracional, salvaje y peligroso. Finalmente con la ayuda nuevamente de Dédalo el rey Minos mandó construir un laberinto gigantesco en el centro del cual abandonaron al Minotauro. Una vez encerrado se rehicieron los pasillos y encrucijadas para que no recordara la salida.
Por la misma época en que se encerraba al Minotauro, uno de los hijos del rey Minos fue asesinado en Atenas después de una competición Olímpica en la que resultó vencedor. Inmediatamente Creta declaró la guerra a los atenienses y tuvieron la fortuna de que una epidemia de peste asolara Atenas, lo cual facilitó a los ejércitos cretenses la rendición de Atenas sin apenas luchar. La victoria cretense fue considerada por el Oráculo de Delfos como algo justo y se impuso un tributo a los atenienses que consistía en que debían librar 7 jóvenes y 7 doncellas cada nueve años como sacrificio al Minotauro de Creta.
Pasó el tiempo y dieciocho años más tarde un joven patriota ateniense llamado Teseo declaró injusto el tributo que Atenas pagaba a Creta, pues la victoria había sido fruto de la peste y no de la lucha entre sus ejércitos. Así fue como decidió presentarse voluntario entre los jóvenes y doncellas destinados a ser devorados por el Minotauro, con la secreta intención de matarlo y librar a Atenas de la servidumbre a la que estaba sometida.
Nada más llegar a Creta los jóvenes y doncellas fueron presentados al rey Minos, al lado del cual se encontraba su hija Ariadna, de la que se decía que era la más bella cretense que había nacido nunca de una madre mortal. Inmediatamente se cruzaron sus miradas y Teseo quedó, al igual que Ariadna, profundamente enamorado. Como las fiestas del antropófago Minotauro todavía no habían comenzado tuvieron ocasión de encontrarse secretamente en los aposentos de Ariadna, cosa que Teseo consiguió trepando por los tejados del palacio de Minos sin ser visto por la guardia que los custodiaba. Entregados a su pasión amorosa una y otra vez, Ariadna decidió que Teseo valía la pena y le pidió que abandonara la idea de enfrentarse al Minotauro para casarse con ella. Teseo no podía hacer eso pues hubiera traicionado su propósito: devolver la dignidad a Atenas, así que con lagrimas en los ojos le prometio amor eterno y la convenció para que le dejara marchar a cumplir con su destino. Viendo Ariana que no podía cambiar la firme determinación de su amado, le dio un ovillo de hilo muy resistente que le permitiría recorrer el laberinto de forma inversa si, finalmente, conseguía matar al Minotauro. Dicen algunos que también le dio una daga envenenada con sangre de La Medusa, para que al herir al Minotauro en cualquier punto de su cuerpo, este quedara paralizado y fuera más fácil degollarlo y acabar así con su vida. A pesar de todo, Ariadna, que no tenia un pelo de tonta, pensó que debía asegurarse muy bien de que Teseo venciera de forma segura, pero no quería ayudarlo abiertamente pues habría supuesto dudar del valor de su amado… así que urdió un plan con Dédalo el arquitecto y constructor del laberinto. Según este plan, Dédalo modificaría el laberinto para que el Minotauro cayera por una trampilla mortal que se abriría bajo sus pies cuando menos se lo esperara. Pero Dédalo tenia un hijo, Icaro, de la misma edad que Ariadna y secretamente aspiraba a que su hijo y Ariadna algún día se casaran, así que, cuando la princesa le encargó la trampa para el Minotauro vio la oportunidad de asegurarse que Teseo no saliera nunca vivo del laberinto. Para ello el plan urdido con Ariadna no debía de funcionar exactamente como se había dicho…
Así las cosas, llegó el día y los jóvenes y doncellas se adentraron irremediablemente en el laberinto. Teseo fue el ultimo en entrar y viendo que no regresaba ninguno de los ofrecidos lo recorrió hasta que encontró al Minotauro.
Lo que pasó allí solo lo saben los dioses y no lo contaron nunca. Pero unas horas más tarde salió Teseo del laberinto –con la ayuda del hilo de Ariadna–, y fue declarado héroe y vencedor del Minotauro. El propio Minos consideró que Teseo le había librado de un gran problema y le concedió en premio la mano de Ariadna con la que finalmente se casó.
Pero Teseo alguna cosa vio en el laberinto que le sorprendió hasta el punto de explicársela a Ariadna en la noche de bodas. No sabemos que le dijo a la princesa, pero esta al enterarse sospechó de las malas artes de Dédalo por lo que pidió a su padre que lo confinara en la isla de Creta y le impidiera salir para el resto de su vida. Pero esa es otra historia que contar.