Dédalo nació en Atenas. Su padre era agrimensor, se llamaba Eupálamo. Desde pequeño fue entrenado para ayudarle en las medidas de los huertos y solares de la ciudad. Cuando tuvo la edad su padre lo mandó a la academia de oficios y estudió para ser constructor.
Pero tenia mucho más ingenio del que se necesitaba para construir casas, rediles o cuadras, así que empezó a inventar pequeñas herramientas y amplió sus conocimientos con la mecánica y la topografía que por aquel entonces enseñaba Euclides. Después de 10 años estudiando con el sabio decidió abrir un taller en el que tomó como ayudante a su sobrino Perdix, hijo de su hermana que había quedado viuda al perder a su marido en la guerra de las Termopilas. Pero resultó que el sobrino aprendía rápidamente y destacaba por su inventiva, cosa que a Dédalo le sabia a rayos, pero fue aguantando. De hecho Dédalo estaba tan orgullosos de sus propios logros que no soportaba la idea de tener un rival en su propio taller. Pero lo que colmó su paciencia fue cuando Perdix un día que volvió de la playa trajo una raspa de lenguado y se dispuso a imitarla en hierro para construir la primera sierra metálica… ya antes había inventado el compas y Dédalo no podía con ello, así que ese mismo día se lo llevó a pasear por la Acrópolis con la excusa de que tenían que subir a lo más alto del templo de Atenea para reparar un tejadillo que andaba suelto. Una vez en las alturas Dédalo aprovechó un descuido y empujó sutilmente a su sobrino al vacío. Quiso la suerte que Palas Atenea, la diosa que favorece el ingenio de los mortales, tuviera ese día el ojo puesto en ellos. Reconociendo la valía de Perdix intervino al vuelo y lo convirtió en pájaro para que no muriera en la caída. Ese pájaro fue bautizado con su nombre, Perdix, y desde ese día és el único pájaro que no hace nidos mas que en la tierra o en los setos, no se alza por encima de los arboles y evita los lugares elevados no sea que se caiga como le ocurrió al sobrino de Dédalo.
Pero Palas Atenea que se había percatado de la fea maniobra de Dédalo, lo acusó, y por ello fue juzgado de intento de asesinato, sufriendo el destierro de Atenas.
Años más tarde, después de acudir al santuario de Apolo en Delfos en donde se dice que estuvo recluido para aprender sobre los secretos antiguos de la mecánica, acudió a la llamada del rey Minos de Creta el cual quería construir una estatua de bronce única que pudiera defender a Creta de los posibles invasores.
Dédalo estudio la posibilidad de construir una estatua articulada que pudiera lanzar piedras a los barcos que se aproximaran a la isla. Pero necesitaba una forja gigantesca que no existía en Creta, así que sugirió al rey Minos que implicara en el proyecto a Hefesto (Vulcano para los romanos) el dios del fuego, que tenia una fragua adecuada. Así fue como Hefesto confeccionó las enormes piezas de bronce que Dédalo necesitaba para montar su gigantesco autómata articulado.
Después de duros esfuerzos y de mucho ingenio, Dédalo consiguió, mediante un sistema hidráulico de aceite (del cual Creta tenia muchos excedentes), que los brazos articulados del gigante se movieran como catapultas y lanzaran piedras que adecuadamente embreadas podían ser incandescentes. Talos, pues así le bautizaron, se convirtió en el guardián de Creta y Minos se sintió seguro de que ningún barco enemigo seria capaz de invadir su territorio.
Pero Talos tenia un punto débil que estaba situado en su pierna derecha. Al parecer en la pierna derecha estaba el deposito del fluido que el autómata necesitaba para mover sus brazos, el aceite de los olivos cretenses, y por la pierna sobresalía un tubo conductor que si se cortaba destruía su capacidad de movimiento. El secreto de este punto débil solo era conocido por Dédalo y por Minos, pero una hechicera llamada Medea, con un encantamiento enamoró a Dédalo haciéndose pasar por una bailarina. Este, subyugado por la hechicera, le pidió que yaciera con él y la hechicera le puso como condición que le revelara el secreto de Talos. Dédalo embriagado de vino soltó la lengua. Al momento la hechicera hizo un nuevo encanto y apareció vieja y deforme. Sorprendido Dédalo del cambio creyó que la embriaguez le había jugado una mala pasada e hizo buscar a la bailarina que él creía que se había ocultado por sus aposentos, pero la búsqueda de sus criados fue en vano pues había desaparecido. Dédalo durmió la borrachera y olvidó el asunto, pero hoy sabemos que si Talos fue derrotado, lo fue gracias a Medea, la hechicera que reveló el secreto de su punto débil a Jason y los argonautas. Pero eso és otra historia.
Como sabéis Minos no era feliz, a pesar de que Talos protegía su reino, pues su hijo el Minotauro cada vez le avergonzaba más y quería ocultarlo de la vista del pueblo. Fue así como concibió la idea de encerrarlo en un laberinto del que no pudiera salir jamás. Dédalo, que ya era el arquitecto oficial de la corte, una vez más acudió en su ayuda y le construyó el mayor laberinto que jamas haya existido ni en la tierra ni en el Olimpo. La historia del Minotauro ya la conocéis, pero por si habéis olvidado algún detalle volveré a una parte de ella que és muy importante para entender como fue que Dédalo cayó en desgracia.
Cuando Ariadna, enamoradísima de Teseo, decidió ayudarlo sin que él lo supiera, planeó junto con Dédalo hacer una trampa dentro del laberinto para que el Minotauro cayera en ella y así Teseo tuviera la facilidad de matarlo y salir victorioso. Lo que pasó en realidad és que Dédalo aprovechó la situación para intentar deshacerse de Teseo, que era un rival de su propio hijo Icaro en la pretensión de la mano de Ariadna. Para ello secretamente hizo que la trampa estuviera justo en el atrio de acceso a la cámara central en donde moraba el Minotauro. La trampa consistía en una losa que disimulaba un mecanismo por el cual si se pisaba la losa una columna cercana caía sobre el que se adentraba en el atrio. Así supuso Dédalo que seria la muerte de Teseo, pero se equivocó. Efectivamente Teseo se adentró en el laberinto provisto de su espada y del hilo que tenia que conducirle a la salida. El hilo lo tenia que ir atando de vez en cuando a alguna columna para no arrastrarlo en toda su longitud y cuando llegó al atrio de la camara final decidió que también lo ataría a la columna que estaba justo al lado de la entrada, la que tenia que aplastarlo cuando traspasara la linea en la que estaba la losa con su mecanismo. Pero quiso la suerte que en ese momento el Minotauro, que ya había olido su presencia de lejos, se abalanzara hacia Teseo. Este, viendo que el medio hombre medio toro venia embistiendo con ferocidad, decidió que solo podía esquivarlo trepando hacia lo alto por la columna, para quedar fuera de su alcance. El Minotauro, que era apenas más alto que Teseo, aunque el doble de corpulento y fuerte, intentó trepar pero para ello quiso coger carrerilla y retrocedió unos pasos, lo que resultó fatal pues pisó la losa y desencadenó la caída de la columna sobre la que estaba sujeto con manos y piernas Teseo. La caída de la columna sobre el Minotauro no lo mató pero lo dejó aturdido el tiempo suficiente para que Teseo aprovechara para cortarle el cuello y acabar con él. Teseo se guardó sus sospechas hasta que en la misma noche de bodas, en uno de los descansos que los amantes se hubieron de tomar, le comentó su extrañeza a Ariadna, la cual tuvo que disimular su rubor bebiendo más vino y retomando las caricias para distraer a Teseo de sus sospechas. En ese momento, sin embargo, la princesa comprendió el alcance de la traición de Dédalo y juró vengarse de él.
Ariadna pidió a su padre que castigara a Dédalo con la muerte, pero no podía decirle por qué, así que el rey Minos optó por una decisión que no le comprometiera demasiado, advirtiendo a su hija que mientras no le explicara las razones del castigo simplemente lo que haría seria confinar a Dédalo a la isla de Creta impidiendo que pudiera salir de ella hasta que las cosas se aclararan.
Así fue como Dédalo retomó su vida de inventor pero con el pesar de que siempre seria prisionero del rey Minos y sabiendo que el día que Ariadna le confesara a su padre las razones que tenia para desear su castigo, ese podía ser su final.
Dándole vueltas a las cosas Dédalo pensó que las aves eran libres de ir y venir pasando por encima del mar. Fue así como concibió la fabricación de unas alas que le permitieran volar. Engarzó plumas de las grandes aves marinas, los albatros reales, y cosió con hilo, las más grandes, a un armazón de ligera madera, mientras que las más pequeñas las unió a la madera con sucesivos baños de cera. Al conjunto le dio la suave curvatura de las alas de un pájaro y se dispuso a probar. El primer vuelo fue un poco fracasado pues se rompió un brazo al caer de una altura de 10 metros, pero después de introducir unas cuantas mejoras finalmente consiguió volar con cierta seguridad. Si los vientos eran propicios podía ser capaz de volar grandes distancias, así que fabricó un segundo juego de alas y propuso a su hijo Icaro la aventura de huir de Creta atravesando el mar. Dédalo enseñó a su hijo las artes del vuelo y antes de partir le advirtió de que ni volara demasiado bajo pues las plumas húmedas de las olas le harían imposible levantar el vuelo, ni volara demasiado alto pues el calor del sol fundiría la cera y perdería el plumaje que le sustentaba.
Cargados con unas ligeras provisiones, eligieron un día claro con viento suave para emprender su viaje. Pasaron por las islas de Samos, Delos y Lebintos, y entonces Icaro entusiasmado con el vuelo empezó a ascender como si quisiera llegar al paraíso. Dédalo gritaba en vano que no ascendiera pero su hijo no atendía a razones y de tan lejos que ya estaba no respondía a sus advertencias. El ardiente sol empezó a fundir la cera y comenzó a perder plumas con lo cual su ascenso se vio bruscamente interrumpido y por mucho que agitaba los brazos no podía detener su caída al mar, en donde finalmente pereció ahogado mientras Dédalo lo contemplaba desde el cielo con lagrimas, recriminándose que con sus artes había malogrado a su propio hijo. Dédalo, lamentado amargamente lo sucedido, llamó Icaria –en su memoria– a la tierra más cercana al lugar en donde su hijo se había ahogado.
Siguió apenado su vuelo y llegó finalmente sano y salvo a Sicilia en donde el rey Cócalo lo acogió en su corte, lo nombró preceptor de sus dos hijas y le encargó que construyera un templo dedicado a Apolo, así lo hizo y cuando lo acabó de construir colgó sus alas como ofrenda al dios y nunca más las volvió a usar.
Mientras tanto Minos buscaba a Dédalo por todas partes y no daba con él. Así que prometió una gran recompensa a quien resolviera un acertijo. Ofrecía una caracola y pedía que fuera enhebrada completamente con un hilo. Llegó la noticia del acertijo a oídos del rey Cócalo, el cual conociendo las habilidades de Dédalo lo mando a buscar. Dédalo resolvió el acertijo atando un hilo a una hormiga y haciendo que esta se internase más y más en la caracola hasta enhebrarla totalmente. Naturalmente el rey Cócalo quiso alardear de que en su reino se había resuelto el problema y lo comunicó a Minos. Este, sospechando que Dédalo tenia que ver con la resolución acudió a Sicilia para exigir al rey Cocalo que le entregara al fugitivo. Cocalo no se negó pero le tendió una trampa. Mientras mandaba a buscar a Dédalo ofreció a Minos un baño caliente, el cual aceptó. Cuando se bañaba, las hijas de Cócalo, que tenían adoración por su preceptor, ahogaron a Minos con agua hirviendo para acabar con el problema.
Así fue como, años más tarde, Dédalo murió plácidamente de viejo en la corte de Sicilia rodeado de los nietos del rey Cocalo.