1 - El reinado del dios Caos


Antes de que existiera el mundo con sus animales y plantas, mucho antes de que aparecieran sobre la tierra el hombre, los príncipes y los reyes, mucho antes de que descendieran de los cielos los héroes y los dioses.  Existían el oscuro vacío y el gran silencio. El gran universo estaba en desorden y reinaba el Caos sobre él.  Hasta que un día la oscuridad y el silencio se fueron espesando, como si echáramos polvo fino sobre las aguas, hasta formarse la Tierra que fue la primera diosa madre y se llamó Gea.   Algunos dicen que Gea fue solo la primera hija del Caos y un signo de su debilidad, pues el Caos al darse cuenta de que la luz y el orden acabarían con su reinado decidió alumbrar un hijo monstruoso que luchara siempre de su lado:  así nació en lo profundo de los rincones más oscuros de la tierra un dios primitivo y fiero que se llamó: el Tártaro.  El padre Caos, dios de lo desconocido y obscuro, pronto vio que sus dos hijos batallaban sin cesar y ninguna luz ni progreso veía desde su lejano trono.  Apenado por aquel panorama decidió alumbrar a un tercer dios que mediante alguna alianza deshiciera el empate.  Así nació Eros, el dios amoroso cuyo impulso creador hace nacer, en el corazón de dioses y hombres, el deseo de tener hijos. 

Entonces, influida por los consejos de Eros, fue cuando Gea pensó en formar un hogar y tener hijos.  Primero quiso poner en orden su casa, y hacer habitable la tierra.  Por eso arrancándole al Caos un trozo de su materia primitiva modeló con paciencia una bóveda que protegiera a la tierra. Ese cielo estrellado se llamó Urano.  El nuevo dios se hizo mayor y no solo puso techo a la tierra, sino que contuvo al aire respirable para que no se escapara hacia el Caos.   Viendo Gea que Urano tenía sus mismas proporciones y gustos, le pidió tener descendencia y se casó con él.   A la boda se presentó el dios Caos acompañado solo de Eros, pues el huraño Tártaro no quiso salir de sus guaridas.   Gea y Urano siguieron construyendo su morada y añadieron a las montañas altura y a los valles profundidad para dar cabida a toda su prole.  Pero el desorden del Caos todavía era muy grande y decidieron poner más orden en su hogar.  Al poco tiempo nacieron gemelos:  el Erebo y la Noche.  Crecieron juntos como hermanos pero no lo eran, tal como ahora lo entendemos, pues en aquellos tiempos no había nadie más.   Su tío Eros sopló los aire del deseo en el corazón de la pareja  y de sus amores nacieron el Eter y el Día.   El dios Eter viajó por la bóveda celeste en un vuelo eterno y el Día completó a la Noche, iluminando a lo invisible por un tiempo.  Desde aquella época antigua el Tártaro y su séquito de dioses salvajes, solo salieron de sus guaridas por la noche cuando el orden no se podía ver.  Pues el Tártaro, hijo oscuro del Caos, seguía amando con todas sus fuerzas la destrucción y el desorden, al contrario que sus hermanos Gea y Eros. 

Viendo el gran dios padre Caos que sus tres hijos se llevaban razonablemente bien y que cada cual reinaba en su lugar, decidió retirarse al más lejano de sus territorios y permitió al dios Urano convertirse en rey de todo el universo que sus descendientes conocían.

Así empezó el reinado del dios Urano que duró muchos siglos.  Pero esta es otra historia.

2 - La guerra de los Titanes y el nacimiento de Zeus

Crono devora a sus hijos. Goya
Zeus es el dios de la edad de los Hombres, que aparecieron sobre la Tierra mucho después de las luchas entre los dioses celestes,  pero su nacimiento fue precedido por la crueldad de su padre y de su abuelo… esta historia empieza con la Edad de las Luchas Titánicas. 

Asi pues, mucho tiempo antes de que Zeus viera la luz todo seguía su curso en la bóveda celeste llena de oscuro desorden, pues así era el reino del dios Caos. Pero cuando el viejo dios Caos se retiró, ese desorden cósmico fue lentamente convertido en guerra.  El reinado  de Urano, unido a Gea en matrimonio, se convirtió en una lucha entre sus descendientes que duró siglos.  Así y todo, se dice que su tiempo fue breve si lo comparamos con la inmensidad del tiempo universal. 

De Urano y Gea nacieron varias familias de dioses que muy pronto se enemistaron entre sí al perseguir todos la herencia del poder celeste.   Los primeros en llegar fueron la estirpe de los Titanes (Océano, Ceo, Crío, Hiperión, Jápeto y Crono) y sus hermanas las Titánides (Tía, Rea, Temis, Mnemósime, Febe y Tetis) que pelearon desde muy jóvenes entre si para descubrir que su fuerza unida los podía enfrentar con éxito a los Cíclopes, los gigantes de un solo ojo, y a los Centímanos, unos monstruos de cien manos. 

El corazón de Gea estaba triste viendo como sus descendientes peleaban un día sí y otro también.  Pero la diosa madre poco podía hacer para evitar la tragedia que seguiría después.   Mientras tanto, en la oscuridad de las tinieblas, el tio de Urano, el dios Tártaro, veía con gusto las luchas entre los dioses, que no hacia mas que alimentar con intrigas y mentiras para enfrentarlos entre sí. Tártaro era el dios del desorden y la maldad que se desprende de la materia oscura, digno hijo de su padre el dios Caos.

Los Titanes se fueron haciendo cada vez más fieros y temibles, pues eran los mayores, y cuando su fuerza llegó a la cima de todo su poder, decidieron asaltar, con la complicidad de las Titánides, el palacio real de Urano.  Su plan era destronar al dios celeste y ocupar su lugar.  Todos lucharon contra Urano, que ante el ataque solicitó con urgencia la ayuda de los Cíclopes y de los Centímanos.  La lucha se prolongó durante un tiempo que nadie recuerda, hasta que en una de las batallas, el más atrevido de los Titanes, el más sanguinario, Crono, el Titan más joven, consiguió cortarle los genitales al dios Urano con una hoz de diamante forjada en las montañas del Holocausto.  Urano, entre enormes gritos de dolor, se levantó hacia los cielos mientras sus partes caían veloces hacia el mar.   Gea, que contemplaba horrorizada lo que estaba sucediendo, se abalanzó sobre su marido Urano y se vio salpicada por su sangre, de la que nacerían tiempo después las Furias, unas diosas vengativas cuya misión celestial sería vengar los crímenes de familia  cometidos entre los dioses y, más tarde, entre los hombres.  Pero al caer al mar, el miembro cortado de Urano fecundó a las olas y se levantó enorme espuma en todo el mar conocido, justamente de esa espuma se engendró la más bella de las diosas:  Venus Afrodita, la hija póstuma del dios Urano.   Muchos millones de años más tarde Boticelli inmortalizó el nacimiento de Venus en un cuadro que se guarda en la galería de los Uffizi de Florencia.

Pero la semilla de Urano al caer al fondo del mar, levantó del limo a una raza dormida de guerreros que se llamaron los Gigantes.  Estos se alzaron hacia el cielo, de donde venia la semilla esparcida, y en su ascenso de las profundidades marinas arrastraron a las ninfas de las algas, también llamadas Mélides, que desde entonces habitaron en la tierra con los Gigantes.

Crono inició su reinado cruelmente, tal como era, y sin perder tiempo apartó de su cercanía a los Cíclopes y a los Centímanos echándolos al reino del Tártaro para que entre ellos lucharan y se contuvieran.  Repartió por la tierra y el mar al resto de los Titanes y se reservó para su palacio celestial a las Titánides a quienes cortejaba cuando sus ocupaciones se lo permitían. 

Pasó un tiempo y finalmente Crono se desposó con la Titánide Rea que era la más seductora de las seis hermanas.  De la unión nacerían nuevos dioses, algunos de enorme bondad y otros de temible poder.  Pero Crono no vivía tranquilo, pues no queria correr la suerte de su propio padre y ser destronado por sus hijos.  Aterrorizado por el fantasma de su propio pecado exigió a Rea que le fuera entregando a sus hijos así que nacieran y los iba devorando enterrándolos para siempre en su abultado vientre. 

Rea, desesperada al ver como su descendencia desaparecía a pesar de sus esfuerzos, ideó una treta para engañar a Crono.  Al parir a su sexto y último hijo, a Zeus, que el destino quiso fuera el sucesor de su padre, le entregó una piedra en lugar de darle al niño.  Este fue ocultado en una cueva y amamantado por una cabra que se llamaba Amaltea.  Pasó su primera infancia escondido con la ayuda de los Coribantes, que eran unos guerreros semidioses que tenían la costumbre de danzar entrechocando sus escudos y armando mucho ruido, sonido que ocultaba los llantos del pequeño Zeus por no tener cerca a su madre. Por fortuna Zeus era fuerte y no necesitó muchos cuidados, (es de todos sabido que los dioses no necesitaban vacunarse y que por ello no existian, todavia, los pediatras) pero, a medida que crecía en estatura, su odio hacia el padre asesino de sus hermanos fue creciendo en él como la mala hierba y ya solo vivió para vengarse.  Pero esta es otra historia.

3 - Zeus y la guerra de los Gigantes

Lo que sucedió es que Zeus creció y se fortaleció en la Tierra, y al comprender que solo con su única fuerza no podría destronar a Crono buscó aliados para su asalto a los cielos.  Primero visitó a Gea, que como sabemos era la esposa de Urano, castrado por Crono, así que estaba dispuesta a ayudar a Zeus en su cruzada.  Gea aconsejó a Zeus que se aliara primero con una de sus hijas la Titánide Metis, diosa de la inteligencia.  Zeus disfrazado para no ser reconocido en el cielo, acudió secretamente al encuentro de la diosa Metis, que era una de sus tías y hermana de su padre.  El encuentro fue del agrado de Metis que  como mujer no podía aprobar lo que había hecho su hermano Crono con su descendencia.  Puso algunas condiciones a Zeus, que después éste no cumplió, y que más adelante conoceremos, pero finalmente le concedió la formula para preparar una pócima que tragada por Crono le haría vomitar a sus hijos, devolviendolos a la vida.   Zeus viajó al encuentro de una maga que se llamaba Iride, la cual habitaba cerca de una laguna que después se conoció como la laguna Estigia.  Iride tenía los ojos blancos como la leche y era asistida por un cuervo también blanco que hablaba por ella, pues Iride no tenía boca al haberla castigado Crono por no haberle preparado bien un veneno para matar a sus hermanos cuando eran jóvenes.   Iride, o mas bien su cuervo, explicó estas cosas a Zeus el cual presentó la formula de la pócima que le había dado Metis. Enseguida y  con gran deseo de venganza la maga Iride preparó la poción y sin condición alguna se la regaló a Zeus. 

Con la poción en su poder Zeus encaminó sus pasos de nuevo al cielo en busca de su madre Rea, a la que encontró llorando en el jardín de las Hespérides, que como sabemos eran las hijas del titán Atlas.  Explicado el plan de Zeus, Rea consideró fácil engañar a su esposo mezclandole en la ambrosía, que bebía por las noches, la pócima de Metis.  Pocos días después sucedió que Crono cayó enfermo con grandes dolores de parto y lamentaciones que hacían temblar el cielo.  Se avisó al centauro Quiron que era el medico de la corte celestial y este, que adivinó rápidamente lo que iba a  suceder, veló la cara del rey para que no viera a los hijos, que uno tras otro fue vomitando entre grandes agonías.  Con ayuda de Rea, el centauro ocultó en sus alforjas a los hijos revividos y los llevó lejos del palacio en donde fueron criados por sus ayudantes y la supervisión de Zeus, que siendo el menor fue el mayor de todos sus hermanos.  

Crono y Rea tuvieron 6 hijos, 3 varones y 3 hembras.  La mayor fue Hestia, le siguieron Hades, Poseidón, Demeter, Hera y Zeus. 

Zeus ya tenía un pequeño ejército pero todavía no el suficiente poder para enfrentarse al dios Crono, así que buscó de nuevo el consejo de Gea, la diosa madre de la tierra.  La madre de los propios Titanes comprendió que estos eran casi invencibles si se ponían a favor de su hermano Crono, así que tuvo la idea de pedir a Zeus que liberara a los Cíclopes y Centímanos de la prisión oscura en que los tenía sujetos el Tártaro.  La empresa no era fácil pero el valor de Zeus, Hades y Poseidón lo hicieron posible, matando al monstruoso Campe que era su carcelero. 

Los Cíclopes agradecidos por ser libres decidieron apoyar a Zeus en su batalla por el poder celeste y le hicieron entrega de las armas que ya jamas abandonaría, el rayo destructor y el relámpago cegador, las armas más poderosas de entre todas las conocidas.   También equiparon para la batalla a Hades, al cual entregaron un yelmo que lo hacia invisible, y a Poseidón, dios del mar, su tridente que lo hacia invulnerable a cualquier arma.  Finalmente algunos de los Titanes, viendo el poderoso ejército que Zeus reunía, decidieron combatir a su lado, y en contra de sus propios hermanos, éste fue el caso de Prometeo hijo de Japeto y Asia, pero hubo otros que también lucharon al lado de sus antiguos enemigos, los Cíclopes y Centímanos. 

Finalmente la batalla se desencadenó con gran estruendo del cielo y de la tierra. Todo retembló  bajo el poder de las fuerzas enfrentadas y no hubo un solo rincón de la tierra que no probara el fuego, el poder del rayo y la fuerza del agua, que desatada por Océano intentaba apagar el fuego encendido por Zeus.  Los Centímanos asediaban el Olimpo lanzando enormes piedras con cada una de sus cien manos mientras los Cíclopes pisoteaban a las tropas auxiliares de Crono que después de 10 años de duros combates acabaron huyendo del monte Olimpo, abandonando a Crono que finalmente fue castigado, con el resto de los Titanes que le habían seguido, a ser encadenados y expulsados para toda la eternidad al reino del Tártaro.  Siguiendo así la suerte que ellos mismos habían impuesto a sus hermanos Cíclopes y Centímanos. 

Al ocupar el poder Zeus, decidió sabiamente repartirlo entre sus tres hermanos. Así concedió a Poseidón el dominio absoluto sobre los mares.  A Hades el reino del inframundo,  allí a donde van los muertos.  Se reservó para sí el reino de los Cielos, y juntos compartieron la Tierra.  Pero si bien concedió un gran poder a sus hermanos se guardó de ceder la sede que se había establecido en el Monte Olimpo, y desde entonces reinó, junto a sus hermanos en su palacio, tomando como esposa a su hermana la diosa Hera.

Poco duró la tranquilidad pues Gea había sido ofendida, y Metis engañada, al no verse cumplida una de sus condiciones:  la de ser la primera esposa de Zeus. Secretamente madre e hija, buscaron una alianza con los Gigantes, que eran mucho más numerosos que los Titanes, los Cíclopes y los Centímanos juntos.  Tantos eran los Gigantes que no se podían nombrar como no se pueden nombrar todas las estrellas del cielo.  Reunido el ejército éste atacó inesperadamente al Olimpo y se engendró la batalla final y más grande que la Tierra hubiera visto.  Al mando del ejército que se oponía a Zeus, Gea puso al monstruoso Tifón, un ser que engendró ella misma con unos huevos fecundados por el propio Urano.  Tifón era una criatura horrenda, destructiva y enorme, mitad serpiente y que tenía cien cabezas de dragón.  Sus mil brazos generaban tal corriente de aire, cuando los ponía en movimiento, que no respetaba ni rocas ni fortalezas. Los dioses eran arrastrados por su turbulencia y debían de huir.   De hecho Zeus, Hades y Poseidón escaparon del Olimpo asediado, para preparar su estrategia y se escondieron en un lugar de la tierra que Tifón no conocía.  Con la ayuda de una estratagema le engañaron ofreciendole un singular banquete como si fueran pescadores, pero mientras dormía la envenenada digestión, le atacaron conjuntamente y consiguieron reducirlo.  Fue encadenado y arrojado al fondo del volcán Etna desde donde todavía ruge de vez en cuando con gran enfado.  Las miríadas de Gigantes quedaron sin dirección y fueron fulminadas por las fuerzas conjuntas del rayo y el mar, siendo sepultados para siempre en lo más profundo del reino de Hades, el inframundo del que nadie vuelve,  excepto algunos pocos entre los que se cuentan Orfeo en busca de su amada Eurídice, Ulises o el propio Hércules.  Pero eso es otra historia.

4 - La edad de Hierro. Cuna de los Hombres

Cuentan los que ya no están entre los vivos, que Crono, después de ser derrotado por Zeus se exiló en las islas de los Bienaventurados y hizo allí un reino paradisiaco al que iban los que buscaban el descanso tras haber tenido una vida justa.  Curiosamente, Crono, que había sido tan malvado como para devorar a sus propios hijos, en la vejez se volvió compasivo y acogió a un gran número de héroes y dioses cuando estos decidían retirarse al descanso eterno.  Desde su privilegiado paraíso, Crono, observaba como su hijo Zeus dirigía desde los cielos su reinado. 

Pero sucedió que un día, mucho después de la batalla de los Titanes y de los Gigantes, Zeus echó en falta a uno de sus muchos hijos, a Zagreo.  Buscó por el universo y no lo encontró en lugar alguno, mandó emisarios para saber de él y finalmente uno volvió del reino del Tártaro con noticias.   El carcelero que vigilaba a los malos Titanes que se le habían opuesto a su cruzada, le explicó que uno de ellos había matado a traición a su hijo.  Zeus desató su cólera divina y el cielo tembló como hacia tiempo que no sucedía.  Preso de una violenta determinación fulminó con su rayo a los Titanes perversos y los convirtió en cenizas que escampó por toda la tierra.  Para completar su castigo ordenó a Vulcano, hijo de Hera, la cual lo engendró en extrañas circunstancias de él mismo, que modelara las cenizas para hacer de ellas a los hombres.  Es así como los hombres se formaron con una parte divina y otra mortal, y en ellos anidaría para siempre la maldad de los Titanes. 

Los hombres convivían con los animales y como ellos se alimentaban de la tierra, que Gea cuidaba de que fructificara al máximo para dar sustento a todos sus habitantes, pero el hombre no tenia razón ni sentimientos nobles, pues no existían los diferentes sexos, ni tenia medios para fabricar objetos, armas o utensilios.  Era por tanto un animal más, solo que poseía en sí la semilla de una parte más noble que le acercaba a sus dioses, pero dependía enteramente de la naturaleza de Gea y de los designios de Zeus.  Los hombres luchaban entre sí solo por la fuerza del instinto y en ocasiones eran malvados, pero también  eran bondadosos como los animales. 

Pasó mucho tiempo y uno de los buenos titanes, Prometeo, que se había apartado de sus malvados hermanos para combatir al lado de Zeus, pensó que la raza de los hombres se merecía algo mejor.  Viajó hasta el Olimpo para solicitar a Zeus que le dejara repartir algunas mejoras para los seres vivos de la tierra, sin mencionar que quería favorecer a los hombres. Zeus, viendo alguna intención escondida en dicha petición, se la concedió con la condición de que fueran él y su hermano Epimeteo los que llevaran a cabo dicha labor.  Secretamente Zeus dio ciertas consignas a Epimeteo para que tratara de olvidarse de las mejoras que podían afectar a los hombres.  Tal era su deseo de venganza para con los malos Titanes.  

Fue así como Epimeteo y Prometeo emprendieron la labor de hacer de los seres vivos de la tierra un lugar mejor. Dieron flores a las plantas, troncos nobles a los árboles, garras a los animales, alas y bellas plumas a las aves, cornamentas espléndidas a los antílopes y temibles cuernos a los toros, vacas y bueyes, y así un sinfín de cualidades que a todos mejoró menos al hombre, al cual con malas artes Epimeteo siempre olvidaba favorecer con engaños que inventaba para Prometeo.  Pero éste viendo que no podía hacer mucho por el hombre decidió complacer a Zeus con el sacrificio de un buey.  Separó los huesos y la carne que apreciaban los hombres y los puso en dos montones separados, al invitar a Zeus cubrió con la noble piel de animal todos sus huesos mejorando en mucho su apariencia y así fue como trató de burlar a Zeus dejándole elegir primero que parte del buey deseaba antes de darle a los hombres la que él no quisiera.  Zeus advirtió el engaño y se enfureció tanto que en castigo retiró el rayo de la tierra que era la única fuente del fuego que el hombre conocía.  Prometeo se entristeció, pero no cejó en sus intentos por favorecer al hombre y, tiempo después, robó de la fragua de Vulcano el fuego que llevó a los hombres escondido en una caña. 

Zeus descubrió pronto la treta y decidió castigar a Prometeo por su atrevimiento encadenándolo a una roca para toda la eternidad, y a los hombres decidió darles un escarmiento. Para eso encargó a Vulcano que hiciera a la mujer.  El encargo de Zeus era que modelara al ser más bello de la creación y con la ayuda después de otros dioses dotarla de ciertas características que la hicieran superior al hombre para que lo dominara. En lo único que no quiso Zeus que la mujer fuera superior fue en la fuerza física.  Así lo cumplió Vulcano y de la arcilla inerte modelo su atractivo y delicado cuerpo dándole un hermoso rostro y dulce voz. Atenea le dio el conocimiento de las artes plasticas, del ornamento, del tejer y del cocinar delicias irresistibles.  Afrodita le dio las artes amatorias, el deseo carnal y las penas del corazón.  Hermes le insufló en el corazón las habilidades para la persuasión, la intriga y, en general, una velocidad superior a los hombres para pensar y sentir. Mientras Atenea completaba su obra con magníficas ropas que la ensalzaban, las Horas adornaron su cabello con flores y las Gracias le dieron el gusto por las joyas, y con ellas la cubrieron.

Al regalo de los dioses le dieron nombre y fue Pandora, la primera mujer.  Zeus quedó satisfecho con la obra y la envió a la tierra como regalo para los hombres.  Y sucedió que al poco de llegar muchos hombres enloquecían en pos de ella, y ella los rechazaba o acogía según su gusto, con lo que los hombres empezaron a pelear entre sí por la mujer.
Pero no solo esto pasó, sino que al existir en la tierra una hermosa caja cerrada que celosamente se guardaba con gran cuidado, Pandora, curiosa, quiso saber cual era su contenido.  Pero los hombres la previnieron aconsejándo que no la abriera pues los dioses lo habían prohibido.  Lejos de ser esta advertencia un freno, se convirtió en un acicate y finalmente Pandora, seduciendo a sus guardianes, abrió la caja.  Lo que sucedió después es otra historia.

5 - La ira de Zeus y los Andróginos

Cuentan algunos que los pesares de Zeus no tenían fin con los hombres de por medio. Y sucedió que estos, desde la aparición de las mujeres, descubrieron el sexo y, como no tenían moderación ni juicio suficientes, cayeron en el vicio.  Sus celebraciones  y fiestas de todo tipo eran un escándalo continuado y los dioses apenas podían descansar pues los gritos de los placeres llegaban hasta los cielos.  Viendo que los hombres y mujeres no solo se apareaban entre ellos sino que también lo hacían con sus iguales, convocó una gran reunión de dioses en el Olimpo. 

Habló Zeus con su atronadora voz para decir: 
- Os he reunido para saber que podemos hacer con los hombres que pueblan la tierra a fin de que cese tanto alboroto y podamos descansar aquí en el cielo. 
Marte fue el primero en hablar y dijo:
- Oh Zeus, padre de todos los dioses, deja que lleve la guerra hasta ellos y perezcan luchando hermano contra hermano, hombre contra mujer y padres contra hijos.
- Ciertamente eso merecen, pero el castigo acabaría con la raza humana y no es todavía su hora, dijo Zeus.
- Encendamos un fuego eterno en cada montaña para que les entre el temor a morir y así cesarán en sus orgías, dijo Vulcano.
- Inundemos la tierra con el océano, dijo Poseidon…
Y así, uno tras otro fueron deseando a cual peor pesadilla para la raza humana.  Al fin se levantó Metis, que era la diosa de la inteligencia y que todavía no había sido tragada por Zeus, como sucedió más tarde, para decir:
- Oh amado Zeus, por que no lanzas tu rayo sobre ellos para unir a los que en abrazo  están unidos y convertirlos en redondos seres que recuerden a los planetas de los que tomaron sus cualidades…
- Bien pensado, dijo Zeus divertido, podríamos hacerlos seres de cuatro piernas, cuatro brazos y dos cabezas, una mirando adelante y otra atrás.  Avanzarían sobre sus piernas en una u otra dirección y tendrían el doble de entendimiento que uno solo de los hombres actuales.  No buscarían el sexo pues estarían unidos a quien han deseado y se acabarían nuestras noches en blanco. 

Y así fue como, dando por acabada la reunión celeste, Zeus lanzó su rayo hacia la tierra.  Al resultado de la fusión de quienes estaban abrazados entre si, la llamó Andrógino.  Y de esa fusión surgieron tres sexos y no dos como hasta entonces.  Aquellos que habían buscado unirse con el sexo opuesto fueron andróginos complementarios, en ellos había la parte masculina que la daba el sol y la parte femenina que la daba la tierra, aunque a partir de entonces el conjunto fue influido por la luna.  Mientras que aquellos andróginos que eran dos mitades masculinas siguieron bajo el influjo de lo solar y los andróginos que estaban formados por dos mitades femeninas lo fueron por la madre tierra.  Todos tenían lo que querían y Zeus pudo descansar. 

Pero la paz no duró mucho.  Pronto los andróginos fueron redondeándose a medida que practicaban la marcha sobre sus ocho miembros, pues si andaban lo hacían normalmente sobre sus piernas, pero al lanzarse a la carrera se hacían una bola y usaban, como los saltimbanquis, todas sus extremidades.  Tal era el vigor, fuerza y velocidad que adquirieron que se volvieron altaneros y soberbios, tentando con su arrogancia nuevamente a los dioses.  

Después de bastantes generaciones, y cuando los andróginos ya cubrían la tierra y amenazaban con abandonar el culto a sus dioses celestes, Zeus se reunió con Metis en el palacio de ésta, para reñirla por sus extravagantes ideas, pues había creado un problema mayor al querer resolver otro.  De vuelta a su trono convocó a Poseidon y acordaron un plan:  Zeus mandaría a su rayo para disolver a los andróginos que había unido y Poseidon enviaría a los mares a batir contra la tierra a fin de castigar a los hombres, revolverlos en sus moradas sin llegar a destruirlas  y darles escarmiento como aviso.  Mientras estaban reunidos tramando su plan se presentó Hermes con sus pies alados y participó de ella diciendo:
- Oh Zeus, padre de todos los dioses, has pensado que la culpa de que los hombres no tengan entendimiento, moderación y juicio  sea nuestra al no haberles dado estas cualidades?
- Has hablado con sabiduría Hermes. Tienes razón, quizás podríamos hacer algo para reparar nuestro olvido.  ¿Que propones?
- Los hombres conviven ahora en ciudades desde que la mujer deseó tener su hogar y no compartirlo con los animales del bosque.  Es complicada su vida sin un arte que les rija las desavenencias, así pues, en  primer lugar hagamos entrega de algunas cualidades o dones que mejoren este aspecto.
- Cierto, dijo Zeus, seguramente necesitan el arte de la política.  Y para auxiliarlos le daremos también dos dones imprescindibles que son la justicia y la decencia.
Y también seria bueno darles otras habilidades como el arte, la poesía, la música…
- Si, si, pero no corras tanto, que en otra ocasión ya hice un encargo y me salió mal.  Verás Hermes, puedes distribuir al azar las habilidades que tú, Afrodita, las Musas y Atenea queráis, pero ha de quedar claro que la decencia y la justicia, han de ser donados por un igual a todos los hombres y mujeres sin distinción para que todos tengan el mismo derecho a practicar el arte de la política.  Esa es mi condición al encomendaros la mejora de los hombres.  Cumplid con mi voluntad. Que yo les volveré a dividir en dos mitades con mi rayo y les devolveré a su anterior estado.  


Desde aquel momento tomó sentido aquello de que 'te parta un rayo'.  Y asi fue como eternamente los que resultaron divididos buscan siempre a su otra mitad.

Y Hermes salió de palacio dispuesto a cumplir con los designios de Zeus. Lo que sucedió después es otra historia.

6 - El Vellocino de Oro

Cuando Pandora abrió la caja que los dioses habían prohibido tocar, salieron de ella 5 de los más temibles castigos para la humanidad:  la guerra, las enfermedades, el hambre, el dolor y el trabajo.  Dicen que solo quedó una cosa dentro de la caja, la única buena, pues Pandora al ver que tantos males salían de ella la cerró enseguida: fue la esperanza.   La historia de la vida de Jasón tiene algo que ver con ello, pues sin esperanza hasta los más nobles acaban en grandes sufrimientos.

Pasaron muchos, muchos siglos y la tierra se acabó poblando del todo. Pero hubieron de pasar muchos reyes por los tronos hasta llegar a la época en la que nació Jasón, el heredero del reino de Yolco. Erase pues una vez un rey que se llamaba Esón que no le gustaba el oficio de rey y prefería ser músico, así que cansado de gobernar, pidió a su hermano Pelias que tomara el trono hasta la mayoría de edad de su hijo Jasón.  Pelias era ambicioso y gobernó durante años con avaricia enriqueciendo a su casa y a sus descendientes.  Como todos los avaros, temía por que la abundancia se acabara algún día y fue a consultar al oráculo del templo sobre su futuro.  El adivino le previno contra un extraño que llegaría a su reino portando solo una sandalia en el pie derecho.  Pelias siguió gobernando con codicia pero advirtió a todos los guardianes de sus fronteras que estuvieran vigilantes sobre el calzado de cualquier extranjero que pasara. 

Mientras tanto lejos de allí, en unas colinas cercanas al Olimpo,  Jasón crecía y aprendía con su tutor que no era otro que el sabio centauro Quirón.   Al cumplir la mayoría de edad Jasón hubo de volver a su patria y se vistió con cierto disimulo pues no sabia como sería recibido.  En su viaje hacia el reino de Yolco pasó por el río Sigrates que era la frontera.  En dicho río, Pelias había destacado a una serpiente de agua monstruosa con el encargo de no dejar pasar a nadie.  Jasón buscó un puente y al no encontrarlo decidió atravesarlo por unas piedras que flotaban, y, sin saber que eran tortugas, empezó a caminar sobre ellas.  Al momento se le apareció la serpiente y Jasón que no temía a nada ni a nadie, la enfrentó con sus dos lanzas.  Lucharon todo un día y una noche, saltando de tortuga en tortuga y guardando el equilibrio. Finalmente consiguió matar a la serpiente pero en el ultimo salto hacia la orilla, el monstruo herido de muerte consiguió arrebatarle la sandalia del pie izquierdo.  Siguió Jasón su camino hasta llegar a la ciudad donde vivía su padre retirado con su música.  Esón le explicó que su tío Pelias reinaba como un tirano y que no sería fácil recuperar el trono al que su nacimiento le daba derecho.  Así, al sexto día de llegar, Jasón fue a la capital del reino a reclamar lo que era suyo.  Al verlo, Pelias desconfió, pues le habían advertido de que era el extranjero que llevaba un sola sandalia, y, buscando su perdición, le dijo que solo le devolvería el trono si superaba una prueba que demostrara su valor de futuro rey.   Debería rescatar la piel del Vellocino de Oro, un cordero mágico y volador que era custodiado por dos toros de fuego y un dragón, pues un rey anterior de Yolco lo había regalado al rey de la Colquide.   Jasón decidió afrontar la empresa y para ello reclutó a cincuenta guerreros y se hizo construir el barco más rápido que hasta entonces había existido.    Bautizó al buque con el nombre de Argo, que quiere decir el más veloz, y a los cincuenta remeros-guerreros los llamaron desde entonces Argonautas. 

La Colquide era un reino muy lejano, situado más allá del estrecho de las Rocas Azules, cuando el mar se vuelve Negro.  En él reinaba Eates y tenía una hija, Medea, que era maga.  Pero las aventuras de Jasón y los Argonautas todavía no habían comenzado.
Cuando llevaban varias semanas navegando hacia el estrecho, se detuvieron para tomar agua y víveres en el reino de Fineo, cuyo país estaba siempre hambriento por que tenia la maldición de las arpías contra él.  Al solicitar comida, Fineo les respondió que no sería posible porque las arpías, monstruos voladores con aspecto de aves y pechos de mujer, azotaban el reino como una plaga llevándose todo lo que fuera comestible y lo que no podían llevar consigo lo corrompían.  Delante de tanta desgracia Jasón consultó con sus guerreros y le propusieron a Fineo luchar contra las arpías la próxima vez que vinieran por los aires.  Esperaron unos días y finalmente las hordas de arpías volvieron, la lucha fue terrible pero las lanzas de Jasón, con las flechas y espadas de sus guerreros consiguieron  acabar con todas las arpías.  Fineo, agradecido, les hizo entrega de una paloma con la que salvarían la nave al pasar por el peligroso estrecho que debían superar.  Al llegar allí engañaron a las rocas soltando a la paloma que murió en el acto al moverse las rocas y aplastarla. Aprovecharon que el estrecho volvía a su posición para atravesarlo velozmente. Siguieron viaje por el mar Negro, la luz se hizo muy tenue y  pasaron varias semanas navegando a ciegas pero finalmente llegaron a la Colquide.   Fueron recibidos como visitantes nobles y se acomodaron en un palacio que les prestó el rey. 

Durante la noche se produjo un encuentro, en el Olimpo, entre la diosa Hera y la diosa Atenea, las cuales querían favorecer a Jasón para que volviera a reinar.  Viendo que solo Afrodita podía tener la solución al problema, pidieron a la diosa que usara a su hijo Cupido para inyectar el deseo hacia Jasón en la hija del rey.  Afrodita aceptó y envió al pequeño arquero el cual certeramente atravesó con su flecha el corazón de Medea.  Así sucedió que, aunque el rey de la Colquide se opuso a las intenciones de Jasón, Medea influyó en su padre por amor, haciendo que aquel aceptara el trato con una condición.  Le devolvería al reino de Yolco lo que era suyo si Jasón conseguía  matar al dragón, arrancarle los dientes y después sembrarlos en un campo que debería arar con los toros de fuego que custodiaban el vellocino.  Jasón, valiente como era aceptó el trato, pero lo que no sabia pues el rey se lo ocultó, es que de los dientes de dragón sembrados saldrían cien guerreros poderosos a los que tendría que combatir y ganar.

Llegó de nuevo la noche y Medea se coló en los aposentos de Jasón para seducirlo.  Ella le declaró sin vergüenza su amor y le hizo prometer que la llevaría consigo de vuelta a su reino. Al principio Jasón se resistió pero la maga era muy poderosa y acabó aceptando.  A cambio de su promesa Medea le dio una poción mágica que cubriendo su cuerpo le protegería del fuego de los toros y una piedra, también mágica, que lanzada contra los guerreros surgidos de la tierra haría que se mataran entre ellos.  Y así sucedió, Jasón triunfó ante la extrañeza del padre de Medea que no entendía como había podido salvarse de tanta adversidad. Superada la prueba le acogió en su propio palacio y le hizo entrega del Vellocino de Oro, sin embargo secretamente planeaba matarlo por la noche con la ayuda de su guardia. 

Medea, sabiendo lo que su padre planeaba, huyó esa noche de palacio con Jasón y su propio hermano y navegaron con los argonautas con gran rapidez por el mar Negro. Las naves del rey de la Colquide eran mucho más ligeras que el Argo, y a pesar de que en cada una iban pocos guerreros, eran centenares, así que pronto vio Jasón que serian atrapados. Medea, que no reparaba en maldades con tal de salirse con la suya, decidió matar a su propio hermano y echarlo al mar en pedacitos, así su padre hubo de detener la persecución para recoger los trozos del hijo que iba encontrando. 

Después de muchas peripecias salieron a nuestro mar y llegaron al reino de Yolco en donde Jasón reinó felizmente con su esposa Medea de la que tuvo dos hijos que tendrían un fatal destino.  Pero esa es otra historia.

7 - Los amores de Zeus

Zeus es el origen de dioses, héroes y hombres, debido a una actividad amorosa que parecía no tener fin.  Instalado en el Olimpo después de ordenar el reino celeste y de dejar claro quien mandaba, se dedicó a cortejar a diosas y princesas humanas con las que tuvo gran descendencia. 

En primer lugar se enamoró de Metis, la diosa de la inteligencia, pero fue un arreglo que le convenía, pues a su lado pudo adquirir habilidad para gobernar a los dioses.  Sin embargo pasado un tiempo Zeus comprobó que ya no podía aprender más de la diosa y que no toda la sabiduría e inteligencia de Metis le era aprovechable. Consultó con su abuela Gea y con Urano, los cuales le advirtieron del peligro de ser destronado por algún hijo de Metis que heredara las cualidades de la diosa. Para evitarlo debía de tragársela y así, no solo absorbería sus cualidades, sino que alejaría el peligro de un sucesor demasiado listo. Sin pensarselo dos veces se la tragó, pero resultó que Metis se había quedado embarazada previamente y estaba en gestación así que poco tiempo después Zeus despertó con enormes dolores de parto en su cabeza, y después de siete noches de grandes migrañas, de su cabeza nació una niña preciosa que se llamó Atenea.

Pero Zeus era todavía muy joven para no tener esposa fija, y Temis, la diosa de la justicia, siempre le había parecido atractiva y justa.  Así que se casó con ella y tuvo a las Horas y a las Moiras que concedían a los hombres la felicidad o la desgracia. Pero pronto las Horas y las Moiras crecieron y Zeus comprobó que no era suficiente descendencia, aunque en realidad era un excusa para irse a buscar alguna amante, pues Temis era bastante aburrida y él era un mujeriego. Así fue como, en uno de sus muchos viajes al reino de Poseidón, conoció a una de sus hijas, a Océano, de gran belleza, de la cual se enamoró perdidamente a primera vista. Dicen que Eros intervino, pues Océano era tan creída de su belleza que nunca le parecían suficiente los partidos que se le presentaban y por ello fue castigada a corresponder al amor de Zeus.  Sus amores duraron muchos años, pero como no era una cosa oficial, los hijos que tuvieron nunca fueron vistos en el Olimpo.  De Océano se sabe que tuvo al menos a las tres Gracias, a cual más bella, pero ninguna más hermosa que su propia madre.

Pasó el tiempo y un buen día, paseando por el Olimpo, vio entreabierta la puerta de los aposentos de la diosa Demeter, que ya era madre y estaba en la plenitud de su feminidad.  La vio tan bella mientras dormía medio desnuda que no resistió la tentación de colarse en su lecho.  Demeter no solo no lo rechazó sino que le gustó el atrevimiento y así fue como se hicieron amantes y de sus amores nació Perséfone, la de eburneos brazos, y de escultural presencia.  La vida de esta diosa fue complicada pues al salir de la adolescencia era tan atractiva que Zeus se enamoró de su propia hija, sin embargo Demeter para evitar mayores males la mandó a una isla lejana y allí la retuvo alejada del Olimpo para que no tentara a Zeus.  Pero un día, el hermano de Zeus, Hades, la vio recogiendo flores y se enamoró de ella al extremo de raptarla para llevársela al reino subterráneo de donde no regresa nadie, bueno, solo unos pocos.  La hizo su esposa contra la voluntad de la madre, Demeter, la cual lloró tanto su desgracia a Zeus que al final este intervino para que  Hades la devolviera.  Pero el astuto Hades se había prevenido contra esta posibilidad y le había dado a comer a Perséfone el fruto de una granada infernal que hacia imposible su regreso, pues es sabido que quien prueba el alimento del Hades no puede volver entre los vivos.  Al saberlo Demeter, cogió tal rabieta y enfado que declaró una gran hambruna en la tierra haciendo que los cereales y los cultivos se secaran, no en vano era la diosa de la agricultura.  Zeus, que ya estaba más que harto de esta historia, volvió a pactar con su hermano una solución y al final decidieron que Perséfone pasaría la primavera y el verano con su madre y el resto del año con su esposo.  Desde entonces los cultivos solo prosperan en las estaciones cálidas para recordar al mundo la traición que cometió Hades  al casarse con Perséfone sin consentimiento de su madre.

Zeus pasada la crisis familiar de Demeter, se tomó un descanso y decidió ser más formal, cosa que no duraría mucho, así fue como se desposó con Hera en la boda más impresionante que jamás volvió a ver el Olimpo.  Hera se convirtió así en la diosa consorte oficial y desde entonces reina al lado de Zeus.  Pero Hera, que es la diosa del hogar, no era fácil de engañar, y Zeus delante de ella casi nunca se atrevía a levantar la voz porque la cólera de Hera y sus venganzas por infidelidad eran terribles.  Con ella tuvo Zeus a dos de sus hijos más queridos, a Hebe, diosa de la juventud, y a Marte, dios de la guerra.  Más tarde también tuvo a Ilitía, la diosa de los nacimientos, la comadrona celeste.

Pero la pasión de Zeus por las mujeres bellas no tenia fin y así fue como se prendó de las hermanas Asteria y Leto, hijas del titán Ceo.  Tal era su ardiente deseo por ellas que no pudo esperar a cortejarlas y valiéndose de un disfraz intentó violar a Asteria, la cual presa de un gran pánico y con grandes gritos salió volando convertida en codorniz.  Dicen que desde entonces,  cuando una mujer grita mucho es que se pone histérica.  En este caso Asteria voló y voló hasta que falta de fuerzas cayó al mar.  Su cuerpo de diosa dio a luz a una isla que se llamó Ortigia, que como veremos más adelante se convirtió en la isla de Delos, cuyo nombre significa la que brilla.  Pero veamos que le sucedió a su hermana Leto.  Esta, que era mucho más sensata, no vio con malos ojos al apuesto Zeus y se dejó seducir.  Leto quedó enseguida embarazada de gemelos y se fue a refugiar a la isla de Ortigia para escapar de los celos iracundos de Hera que se había enterado de todo.  En su furor por vengarse de la amante de Zeus, Hera impedía que la diosa de los partos, la comadrona Ilitía asistiera a Leto en su alumbramiento y el parto se retrasó durante nueve días y nueve noches.  En el Olimpo muchos dioses se compadecían de los sufrimientos de Leto, entre ellos Zeus, y suplicaron a Hera que permitiera el nacimiento.  Así lo hizo Hera, pero secretamente envió a la serpiente Pitón para que ahogara a los nacidos.  Poseidon, a ruegos de su hermano Zeus, embraveció el mar para retrasar el viaje de la serpiente y dar tiempo a que nacieran Artemis y Apolo.  Dicen que primero nació Artemis y que esta ayudó a su madre a parir a Apolo, el dios de la luz.  Al nacer Apolo tal fue el brillo y resplandor aparecido que la isla cambió de nombre y se llamó desde entonces Delos.  Apolo creció en cuatro días y cuando llegó la serpiente Pitón ya era fuerte como un dios y la pudo matar sin problemas.  Atraídos por la luz de Delos, nueve cisnes acudieron al nacimiento y desde entonces dieron siempre vueltas a la isla.  Algunos aseguran que Zeus, era uno de ellos y que se disfrazó de cisne para ver a sus hijos, pues Hera no se lo permitía.  

Zeus, cansado de dar vueltas a la isla, regresó al Olimpo y quiso perder la memoria de tantos amores, pues quería que Hera le perdonara. Pidió consejo a su abuelo Urano y este le indicó que lo mejor que podía hacer era acudir a Mnemósine, la diosa de la memoria, y pedírselo.  Así lo dispuso, pero mientras recibía instrucciones de ella, le hizo el amor y la dejó embarazada. De ella nacieron las nueve Musas.

Zeus ya no podía con su alma de tanto ajetreo y líos de faldas, así que hizo un viaje para descansar más allá de las Hespérides al reino de Atlante.  Allí conoció a la princesa Maya, su hija, y en pocas semanas nació entre ellos un ardiente amor.  Fruto de su sagrada unión nació Hermes, el heraldo de los Inmortales. 

De vuelta a casa, no lo hizo directamente sino que pasó por el reino de Anfitrión. Al llegar al palacio real resultó que el rey estaba en la guerra y le recibió su bella esposa Alcmena.  Zeus sintió deseo de yacer con ella, pero era tan virtuosa que solo pudo conseguirlo una noche en que Zeus tomó la forma de su marido.  Alcmena daría a luz al más legendario héroe de todos los tiempos, al más esforzado, al más fuerte, que se llamaría Hércules, el cual siendo mortal llegó a ser un dios. Su vida y aventuras son otra historia.

8 - La Manzana de la Discordia

Para entender esta historia hemos de remontarnos a los tiempos más remotos de la formación del mundo.  Era la época en que el cielo, Urano, y la tierra, Gea, se decidieron a tener descendencia.  Mucho antes que nacieran los Titanes y los Cíclopes, Gea y Urano engendraron gemelos:  el Erebo y la Noche.  La Noche iba a llevar mala vida, de hecho nunca fue muy afortunada en sus amores.  Primero le tocó hacer de pareja de su propio hermano, pues no había donde escoger...  De su unión nacieron el Día y el Eter, que fueron los únicos hijos oficiales que tuvo la Noche.
 
Al pasar el tiempo llegaron los problemas familiares con el nacimiento de los Cíclopes y los Titanes que ya hemos narrado en otro lugar.  Se fue alborotando tanto el panorama  que la Noche se fue perdiendo en la oscuridad. Descubrió que le gustaba pasar desapercibida y como sus hijos ya no la necesitaban, buscó aventuras amorosas por los alrededores del Olimpo...

Fruto de sus desvaríos nocturnos, la Noche fue pariendo hijos de padres a veces poco dispuestos a ser reconocidos.  Pero a nosotros solo nos interesa la historia de una de sus hijas, la diosa Discordia, que nació de un desliz que tuvo con Cerbero, el carcelero del Hades.   El carcelero era duro de mollera y testarudo como buen perro guardián.  La Noche llevaba siempre a su hija Discordia a ver al carcelero cuando sus obligaciones lo permitían, así fue como la pequeña aprendió el arte de enfrentar a su madre con su padre por nimiedades o cuestiones sin importancia.  Fue pasando el tiempo y la diosa de la Discordia, al crecer, descubrió que el don de su divinidad era precisamente sembrar las dudas y las disputas entre los dioses. 

Durante el reinado de Zeus, la diosa Discordia no era bien vista, y rara vez se la dejaba pasear por el Olimpo.  Ella estaba rabiosa por que se sentía apartada de la corte celestial y no podía participar de los acontecimientos y festejos del resto de los dioses.  Claro que se lo tenia merecido por que siempre que se unía a algún grupo acababa llevando la discusión y las peleas entre ellos.  

Pasaba el tiempo y como no tenia muchas ocasiones de encontrar un esposo, decidió buscar amantes ocasionales pensando que quizás alguno se dejaría engañar y finalmente se casaría con ella.  Pero no llegó a ocurrir nunca.  Lo que si fue ocurriendo es que empezó a tener hijos, pues era muy fértil y enseguida se quedaba embarazada.  La lista de sus hijos ilegítimos es muy larga… quizás olvide alguno.  Por este orden, primero parió al doloroso Ponos (Pena), después a Lete (Olvido) y a Limos (Hambre) y al lloroso Algos (Dolor), también a las Hisminas (Disputas), las Macas (Batallas), las Fonos (Matanzas), las Androctasias (Masacres), los Odios (Neikea), las Mentiras (Pseudologos), las Anfilogías (Ambigüedades), a Disnomia (el Desorden) y a Ate (la Ruina y la Insensatez), todos ellos fueron siempre juntos y en general compartían las desventuras que ocasionaban, pero ninguno causó tantos males como el último de sus hijos, Horcos (el Juramento), el causante de que los hombres voluntariamente perjuraran e incumplieran lo prometido.  

Con este pedigrí familiar se entiende que en el Olimpo la presencia de la diosa Discordia fuera rechazada.  Tanto es así que en ocasión de una gran boda, que ahora explicaré, fueron invitados todos los dioses del Olimpo menos la Discordia.  Tal fue la rabieta de la diosa que decidió pensar en un malévolo regalo digno de su poder.

La boda en cuestión es una de las más famosas de la antigüedad, la boda de Peleo y de Tetis, la pareja de la que nacería el más famoso guerrero griego: Aquiles.

Pero veamos como consiguió Peleo, príncipe de los Mirmidones, casarse con Tetis, nieta del dios Océano, ninfa del mar y séquito de Neptuno.  Resulta que  el joven príncipe Peleo fue uno de los Argonautas que con Jasón partió a la búsqueda del Vellocino de Oro.  En sus aventuras por el mar conoció a Tetis, la más bella de las Nereidas, de la cual se enamoró perdidamente.  Pero Tetis era inalcanzable para un mortal pues tenia el don de cambiar de forma si se veía en apuros, así conseguía evitar cualquier intento de posesión por parte de Peleo.   De vuelta en su palacio, Peleo hizo llamar al sabio centauro Quirón y le pidió consejo.   El centauro le aconsejó que debía aferrarse a ella sin importar en lo que se transformase, pues más tarde o más temprano volvería a su forma humana y entonces podría poseerla.  La ninfa se transformó en un calamar y Peleo agarró con fuerza uno de sus tentáculos y no lo soltó hasta que la ninfa recuperó su forma.  En reconocimiento a su perseverancia y fuerza, Tetis aceptó casarse con Peleo, pidiendo a Quirón que los casara en el monte Pelion, donde el sabio centauro tenía su morada.

La boda fue un éxito y todos los dioses acudieron con sus regalos.  Quirón regaló a Peleo una lanza invencible construida por Vulcano y Atenea.   Pero la lista de presentes seria inacabable así que iremos directamente a la manzana de la Discordia… el regalo envenenado. 

En pleno banquete apareció una manzana de oro, que Discordia había cogido del Jardín de las Hespérides, en la que había una inscripción que decía ‘Seré para la más bella’… rápidamente las diosas Hera, Atenea y Afrodita se consideraron a si mismas merecedoras de la manzana e iniciaron una discusión que obligó a Zeus a intervenir para atajar la pelea  que se había desatado.   Viendo Zeus que él mismo no podía ser imparcial, por ser Hera su mujer y Atenea su hija, invitó al príncipe troyano Paris a decidir por todos cual de ellas era merecedora de la manzana. 

Rápidamente las tres diosas quisieron ganarse el favor de Paris intentando sobornarlo con diferentes ardides.  Hera le prometió el mayor poder político imaginado y el control sobre todas las naciones de los hombres. Atenea a su vez le aseguró que le dotaría de tales armas y habilidades como guerrero, que no existiría enemigo al que no pudiera vencer. Finalmente Afrodita le concedió el poder de obtener el amor de la mujer más bella que pudiera desear cuando él quisiera.   Paris contempló las ofertas y se decidió finalmente por la de Afrodita, lo que desencadenó las iras de Hera y de Atenea… La manzana había empezado a sembrar la semilla del mal que pretendía la diosa Discordia.

La boda prosiguió con la música de Quirón y el baile de las Nereidas, que no dejaron descansar a los dioses en toda la noche.  Cuando el alba rompió la oscuridad de la noche acudió a Tetis una de las sibilas de Elfos y en gran secreto le reveló una profecía que hacia referencia al hijo que todavía no había concebido.  Así supo Tetis que su hijo Aquiles moriría frente a las murallas de Troya.  Pero esa es otra historia.

9 - Hércules


Como sabemos, (lo hemos explicado al final de las aventuras amorosas de Zeus - entrada 7) Hércules fue hijo de la reina Alcmena la cual lo concibió creyendo que yacía con su esposo Anfitrión de Tebas, sin embargo quien lo procreó fue Zeus tomando la apariencia del rey ausente pues de otra manera Alcmena, que era muy virtuosa, no abría accedido a hacer el amor con Zeus.   El embarazo de Alcmena siguió su curso pero estaba embarazada de gemelos.  Al enterarse Zeus de que estaba previsto el nacimiento de dos varones juró que el primero que naciera seria un gran rey.   Hércules nació primero que su hermano Ificles y se convirtió en el primer héroe nacido de un dios y una mortal. 

Hera, la esposa oficial de Zeus, que era muy celosa, supo de la infidelidad y trató por todos los medios de perjudicar al héroe.  Lo intentaría toda la vida... Primero probó sin éxito a retrasar el parto de los gemelos, más tarde envió dos serpientes a matar a Hércules mientras dormía en la cuna, pero el héroe jugó con ellas y las estranguló como si fueran insignificantes juguetes...

Como que Alcmena no tenia bastante leche, secretamente Zeus dispuso con engaños que Hera amamantase a Hércules sin saber que era él.  Cuando finalmente Hera lo descubrió apartó bruscamente su teta de la boca de Hércules y un gran chorro de leche se esparció por el firmamento creando la vía Láctea.   

Hércules creció sano y fuertote. Al ser hijo de Zeus tenia una gran envergadura y era muy atrevido, aunque no era muy inteligente.   Durante la infancia se mostró siempre rebelde y poco disciplinado.  Tanto és así que una vez en clase de música se enfureció con el maestro y le dio un golpe con la lira matándolo al instante.    Fue acusado de asesinato y el joven tuvo que comparecer ante un jurado.  Al ser hijo del rey Anfitrión de Tebas se tuvo en consideración que había actuado en defensa propia  –cosa que no era cierta–, pero que en su caso le valió el perdón.   

Pasado poco tiempo Hércules tuvo también problemas con algún criado del palacio real al que maltrató sin demasiada razón por lo que Anfitrión viendo el carácter violento y colérico de su hijo adoptivo decidió enviarlo al campo poniéndolo al mando de todos sus rebaños.  Allí un pastor llamado Teutaro le adiestró en contener sus arrebatos, pero sobre todo le enseñó a manejar el arco y la flauta.  

Hércules era ya un fornido adolescente cuando partió a dar caza al león de Citeron que siempre estaba tocándoles las narices a sus bueyes y no había manera de darle caza.  Después de días de acoso consiguió matarlo y se vistió con sus pieles.   Ya estaba a punto de llegar a su campamento, en donde le esperaba Teutaro, cuando se encontró de cara con una partida de emisarios del rey de los Minios que llegaban a cobrar sus impuestos a los tebanos.  Hércules no se lo pensó dos veces y los atacó, les cortó la nariz y las orejas, las ató a sus cuellos y los envío de regreso con el mensaje de que ese era todo el tributo que iban a conseguir si volvían.   

Al enterarse el rey tebano Creonte decidió recompensar a Hércules permitiéndole que se casara con su hija Megara, con la que tuvo varios hijos.  Ninguno de los cuales llegó a viejo, como veremos. 

Pero Hera seguía enfurecida y cuando Zeus le explicó lo bien que le iba a su héroe favorito, decidió provocar un ataque de locura en Hércules, el cual, poseído por la cólera de Hera mató a su mujer, a sus hijos y a dos sobrinos que pasaban casualmente por allí.   Al despertar de su locura se avergonzó tanto de su conducta que huyó a aislarse de la sociedad habitando por un largo tiempo en las tierras más alejadas y salvajes.  

Finalmente su hermano Ificles lo encontró y lo convenció para que fuera al Oráculo de Delfos a solicitar el perdón.   En penitencia la sibila delfica le propuso los 12 trabajos de Hércules. Tras el cumplimiento de todos ellos quedaría por fin perdonado.   

Pero estos trabajos son cada uno motivo de una historia, así que los dejaremos de lado por ahora. 

Una vez Hércules acabó con los doce trabajos se puso a buscar una nueva vida y se dio unas cuantas vueltas por el Helesponto hasta dar con Yole, la hija del rey de Ecalia, de la que se enamoró perdidamente. Pero su padre Eurito, no se fiaba de Hércules pues la fama le precedía y sabia que en un arranque de locura había matado a su anterior esposa y a sus hijos.  Así que le denegó la mano de su hija.   

Tiempo después Eurito organizó una competición de tiro con arco, prometiendo la mano de su hija a aquel que fuera capaz de superarle, a él o a sus hijos, que eran los mejores arqueros del mundo conocido.   Hércules se presentó deseando ganar.  Los hijos de Eurito consiguieron derrotar a todos los participantes pero cuando le tocó el turno a Hércules este dio tan certeramente en la diana que batió las marcas de estos últimos.  Eurito alarmado, se dio cuenta de que el héroe estaba ganando y detuvo la competición impidiendo que se proclamara campeón.  Su hijo mayor Ifito intentó hacer entrar en razón a su padre y defendió a Hércules pero no hubo nada que hacer, el padre se cerró en banda, rompió su promesa y se ganó la enemistad de Hércules para toda la vida.  Lo cual le costaría muy caro como veremos. 

A los pocos días, apesadumbrado y dolido, Hércules decidió partir. Justo en ese momento se descubrió en la ciudad que se habían robado las yeguas del rey Eurito.  Entonces Ifito, que había apoyado a Hércules en la injusticia de la competición, pidió ayuda a Hércules para buscar las yeguas.  Accedió Hércules y realizaron una larga e infructuosa búsqueda, tras lo cual nuestro héroe volvió a Tirinto, su ciudad de residencia.  Un tiempo después Ifito descubrió las huellas de las yeguas y las siguió hasta Tirinto , exactamente a la casa de Hércules en donde aparecieron los animales.   Hércules explicó que él las había pagado a un vendedor de ganado,  cosa cierta, pero Ifito no le creyó y discutieron con violencia en lo alto de la muralla.  Hércules encolerizado arrojó a Ifito desde lo alto causándole la muerte en el acto.   

Hércules avergonzado por haber vuelto a matar a un inocente, regresó al Oráculo de Delfos, donde le fue impuesta una penitencia de tres años al servicio de la reina Onfale, de Lidia.  Allí, a manos de la reina tirana, tuvo que aguantar innumerables humillaciones y trabajos de mujer,  vestido con ropas femeninas, mientras Onfale vestía la piel de Leon de Nemea que Hércules había matado en la primera de sus anteriores penitencias…  Después de tres años Hércules liberado de su esclavitud se casó con la reina y tuvieron un hijo al que llamaron Agelao.  En realidad lo hizo para poder mandar sobre ella ya que había aguantado la situación contraria durante tres largos años… 

Pero la vitalidad de Hércules no conocía limites, y cansado de las rarezas de Onfale una vez satisfecha su pequeña venganza–, decidió dejarla y viajar en busca de nuevas aventuras. 

En uno de sus viajes a Calidón, conoció a la princesa Deyanira, de la que se decía que tenia los pechos más bonitos del Helesponto, y de la que se prendó al momento.  Era la hija de Eneo, rey de Calidón, el cual había prometido la mano de su hija al temible dios-río Aqueloo.  Este dios, que podía cambiar de forma a voluntad, era muy poderoso y por eso muy confiado, sin embargo Hércules lo retó a un duelo por la princesa y el dios-río aceptó creyendo que no tendría ningún problema con aquel mortal.  En el duro combate Aqueloo presentó diferentes transformaciones pero la última que tomó el río, con gran lujo de detalles, fue la figura de un esplendido toro negro.  En esa transformación perdió un tiempo precioso buscando la estética perfecta del toro, tiempo que Hércules –que iba al grano– supo aprovechar para darle muerte retorciéndole el cuello por los cuernos.  El héroe entregó los cuernos del dios-río a las náyades para que los transformaran en cornucopias de la abundancia.  Así fue como tomó a Deyanira por esposa y pudo gozar de sus atributos.

Tiempo después Deyanira deseó visitar a su hermano Meleagro. Durante el viaje tuvieron que atravesar el río Eveno.  A su orilla les estaba esperando –como quien no quiere la cosa–, el centauro Neso, el cual se ofreció a llevar a Deyanira a cuestas mientras Hércules cruzaba a nado.  Pero Neso estaba secretamente enamorado de la princesa y cuando llegó a la orilla la raptó alejándose al galope con la intención de violarla.  Hércules enfurecido le disparó una flecha envenenada con la sangre de la hidra Lerma acertándole en el corazón.  Neso, moribundo –y antes de que Hércules llegara al lugar–, le dijo a Deyanira que tomara en un frasco un poco de su sangre, y si notaba que algún día perdía el amor de Hércules, se la aplicara pues era una eficaz pócima de amor.   Deyanira cayó en la trampa de Neso, pero no se daría cuenta hasta que fue demasiado tarde.  

Pasó un tiempo y Hércules, que no había olvidado del todo a la princesa Yole y la afrenta que sufrió en  el reino de Ecalia, decidió levantarse en armas contra el rey Eurito y sus restantes hijos arqueros.   Tuvo lugar una gran batalla en la que finalmente salió vencedor el héroe y en la que murieron Eurito y todos sus hijos menos Yole, que fue raptada por Hércules.   Para celebrar la victoria encargó un festín en el que se sacrificarían doce bueyes en honor de Zeus.   Heracles pidió a Deyanira una túnica limpia pues la que llevaba estaba hecha unos zorros después de la batalla… y quería estar presentable para la fiesta.  Deyanira, muerta de celos por haber comprobado que Hércules se había batido por el recuerdo de Yole, decidió aplicar la pócima de Neso a la túnica que tenia que llevar Hércules.   En cuanto el héroe se la puso notó que la piel le ardía y trató de sacársela, pero quedó adherida a su piel causándole tal sufrimiento que solo acertaba a pedir que lo mataran.  En estas Deyanira, al darse cuenta de lo que había hecho, se dio muerte ahorcándose en sus habitaciones.  

Fue Yolao su sobrino, compañero de aventuras y amante, el que prendió fuego a la pira en donde Hércules murió abrasado pues este sufrimiento era menor que el causado por el veneno del centauro.   Dicen las malas lenguas que Neso era un agente de Hera, y que la noche en que murió Hércules se oyeron celebraciones en los aposentos de Hera, allí en el palacio del Olimpo. 

Hércules murió el 12 de octubre, és el día de la Herakleia, que los griegos antiguos siempre más han festejado desde entonces. 



10 - El Minotauro. Teseo y el hilo de Ariadna.

Para conocer esta historia mítica nos hemos de remontar al principe Minos, hijo del rey Asterión que gobernaba la isla de Creta. 

Al morir Asterión, Minos solicitó ayuda a Poseidón para ocupar el trono de Creta.  Poseidon escuchó la demanda e hizo surgir del mar un fabuloso toro blanco que acompañó a Minos en su ascensión al trono.  Minos agradeció la ayuda de Poseidón ofreciendo sacrificar al toro blanco en su nombre.   Pero, a medida que pasaban los días, Minos quedaba cada vez más maravillado de las cualidades del toro y decidió ocultarlo entre sus sementales para burlar el sacrificio que había prometido.  El día señalado sacrificó a otro ejemplar, casi blanco, en su lugar pero no consiguió engañar a Poseidon, el cual, enfurecido por la treta, decidió vengarse de Minos haciendo que su mujer Pasifae tuviera un insólito deseo de yacer con el toro blanco que Minos se había querido guardar para sí.

Poseída por la lujuria que Poseidón había inculcado en ella, Pasifae solicitó la ayuda de un artesano de la corte que se llamaba Dédalo para que le construyera una vaca en el interior de la cual pudiera esconderse para yacer con el toro. Dédalo se avino al trato a cambio de ascender de artesano a arquitecto de la corte, y le construyó la vaca con madera y la cubrió con pieles verdaderas. Los cuartos traseros de la vaca eran practicables y en su interior Pasifae podía abrir sus piernas, embutidas en las de la falsa vaca, para recibir así las embestidas del toro.  Del sexo ya consumado resultó un embarazo del que nació un ser humano con cabeza de toro, el Minotauro, al que llamaron Asterión como su abuelo. 

Pasifae amamantó al Minotauro hasta los seis años, pero a partir de ahí el medio hombre y animal se volvió cada vez mas agresivo y empezó a rechazar toda comida que no fuera carne humana. Pero el castigo de Poseidon no acabó aquí ya que a medida que Asterión crecía se mostraba más indómito, irracional, salvaje y peligroso.   Finalmente con la ayuda nuevamente de Dédalo el rey Minos mandó construir un laberinto gigantesco en el centro del cual abandonaron al Minotauro.  Una vez encerrado se rehicieron los pasillos y encrucijadas para que no recordara la salida.

Por la misma época en que se encerraba al Minotauro, uno de los hijos del rey Minos fue asesinado en Atenas después de una competición Olímpica en la que resultó vencedor.   Inmediatamente Creta declaró la guerra a los atenienses y tuvieron la fortuna de que una epidemia de peste asolara Atenas, lo cual facilitó a los ejércitos cretenses la rendición de Atenas sin apenas luchar.   La victoria cretense fue considerada por el Oráculo de Delfos como algo justo y se impuso un tributo a los atenienses que consistía en que debían librar 7 jóvenes y 7 doncellas cada nueve años como sacrificio al Minotauro de Creta.  

Pasó el tiempo y dieciocho años más tarde un joven patriota ateniense llamado Teseo declaró injusto el tributo que Atenas pagaba a Creta, pues la victoria había sido fruto de la peste  y no de la lucha entre sus ejércitos.  Así fue como decidió presentarse voluntario entre los jóvenes y doncellas destinados a ser devorados por el Minotauro, con la secreta intención de matarlo y librar a Atenas de la servidumbre a la que estaba sometida.   

Nada más llegar a Creta los jóvenes y doncellas fueron presentados al rey Minos, al lado del cual se encontraba su hija Ariadna, de la que se decía que era la más bella cretense que había nacido nunca de una madre mortal.   Inmediatamente se cruzaron sus miradas y Teseo quedó, al igual que Ariadna, profundamente enamorado.  Como las fiestas del antropófago Minotauro todavía no habían comenzado tuvieron ocasión de encontrarse secretamente en los aposentos de Ariadna, cosa que Teseo consiguió trepando por los tejados del palacio de Minos sin ser visto por la guardia que los custodiaba.  Entregados a su pasión amorosa una y otra vez, Ariadna decidió que Teseo valía la pena y le pidió que abandonara la idea de enfrentarse al Minotauro para  casarse con ella.  Teseo no podía hacer eso pues hubiera traicionado su propósito:  devolver la dignidad a Atenas, así que con lagrimas en los ojos le prometio amor eterno y la convenció para que le dejara marchar a cumplir con su destino.  Viendo Ariana que no podía cambiar la firme determinación de su amado, le dio un ovillo de hilo muy resistente que le permitiría recorrer el laberinto de forma inversa si, finalmente, conseguía matar al Minotauro.  Dicen algunos que también le dio una daga envenenada con sangre de La Medusa, para que al herir al Minotauro en cualquier punto de su cuerpo, este quedara paralizado y fuera más fácil degollarlo y acabar así con su vida. A pesar de todo,  Ariadna, que no tenia un pelo de tonta, pensó que debía asegurarse muy bien de que Teseo venciera de forma segura, pero no quería ayudarlo abiertamente pues habría supuesto dudar del valor de su amado… así que urdió un plan con Dédalo el arquitecto y constructor del laberinto.  Según este plan, Dédalo modificaría el laberinto para que el Minotauro cayera por una trampilla mortal que se abriría bajo sus pies cuando menos se lo esperara.   Pero Dédalo tenia un hijo, Icaro, de la misma edad que Ariadna y secretamente aspiraba a que su hijo y Ariadna algún día se casaran,  así que, cuando la princesa le encargó la trampa para el Minotauro vio la oportunidad de asegurarse que Teseo no saliera nunca vivo del laberinto. Para ello el plan urdido con Ariadna no debía de  funcionar exactamente como se había dicho…

Así las cosas, llegó el día y los jóvenes y doncellas se adentraron irremediablemente en el laberinto.  Teseo fue el ultimo en entrar y viendo que no regresaba ninguno de los ofrecidos lo recorrió hasta que encontró al Minotauro. 

Lo que pasó allí solo lo saben los dioses y no lo contaron nunca.  Pero unas horas  más tarde salió Teseo del laberinto  –con la ayuda del hilo de Ariadna–, y fue declarado héroe y vencedor del Minotauro.  El propio Minos consideró que Teseo le había librado de un gran problema y le concedió en premio la mano de Ariadna con la que finalmente se casó.  

Pero Teseo alguna cosa vio en el laberinto que le sorprendió hasta el punto de explicársela a Ariadna en la noche de bodas.  No sabemos que le dijo a la princesa, pero esta al enterarse sospechó de las malas artes de Dédalo por lo que pidió a su padre que lo confinara en la isla de Creta y le impidiera salir para el resto de su vida.   Pero esa es otra historia que contar.