3 - Zeus y la guerra de los Gigantes

Lo que sucedió es que Zeus creció y se fortaleció en la Tierra, y al comprender que solo con su única fuerza no podría destronar a Crono buscó aliados para su asalto a los cielos.  Primero visitó a Gea, que como sabemos era la esposa de Urano, castrado por Crono, así que estaba dispuesta a ayudar a Zeus en su cruzada.  Gea aconsejó a Zeus que se aliara primero con una de sus hijas la Titánide Metis, diosa de la inteligencia.  Zeus disfrazado para no ser reconocido en el cielo, acudió secretamente al encuentro de la diosa Metis, que era una de sus tías y hermana de su padre.  El encuentro fue del agrado de Metis que  como mujer no podía aprobar lo que había hecho su hermano Crono con su descendencia.  Puso algunas condiciones a Zeus, que después éste no cumplió, y que más adelante conoceremos, pero finalmente le concedió la formula para preparar una pócima que tragada por Crono le haría vomitar a sus hijos, devolviendolos a la vida.   Zeus viajó al encuentro de una maga que se llamaba Iride, la cual habitaba cerca de una laguna que después se conoció como la laguna Estigia.  Iride tenía los ojos blancos como la leche y era asistida por un cuervo también blanco que hablaba por ella, pues Iride no tenía boca al haberla castigado Crono por no haberle preparado bien un veneno para matar a sus hermanos cuando eran jóvenes.   Iride, o mas bien su cuervo, explicó estas cosas a Zeus el cual presentó la formula de la pócima que le había dado Metis. Enseguida y  con gran deseo de venganza la maga Iride preparó la poción y sin condición alguna se la regaló a Zeus. 

Con la poción en su poder Zeus encaminó sus pasos de nuevo al cielo en busca de su madre Rea, a la que encontró llorando en el jardín de las Hespérides, que como sabemos eran las hijas del titán Atlas.  Explicado el plan de Zeus, Rea consideró fácil engañar a su esposo mezclandole en la ambrosía, que bebía por las noches, la pócima de Metis.  Pocos días después sucedió que Crono cayó enfermo con grandes dolores de parto y lamentaciones que hacían temblar el cielo.  Se avisó al centauro Quiron que era el medico de la corte celestial y este, que adivinó rápidamente lo que iba a  suceder, veló la cara del rey para que no viera a los hijos, que uno tras otro fue vomitando entre grandes agonías.  Con ayuda de Rea, el centauro ocultó en sus alforjas a los hijos revividos y los llevó lejos del palacio en donde fueron criados por sus ayudantes y la supervisión de Zeus, que siendo el menor fue el mayor de todos sus hermanos.  

Crono y Rea tuvieron 6 hijos, 3 varones y 3 hembras.  La mayor fue Hestia, le siguieron Hades, Poseidón, Demeter, Hera y Zeus. 

Zeus ya tenía un pequeño ejército pero todavía no el suficiente poder para enfrentarse al dios Crono, así que buscó de nuevo el consejo de Gea, la diosa madre de la tierra.  La madre de los propios Titanes comprendió que estos eran casi invencibles si se ponían a favor de su hermano Crono, así que tuvo la idea de pedir a Zeus que liberara a los Cíclopes y Centímanos de la prisión oscura en que los tenía sujetos el Tártaro.  La empresa no era fácil pero el valor de Zeus, Hades y Poseidón lo hicieron posible, matando al monstruoso Campe que era su carcelero. 

Los Cíclopes agradecidos por ser libres decidieron apoyar a Zeus en su batalla por el poder celeste y le hicieron entrega de las armas que ya jamas abandonaría, el rayo destructor y el relámpago cegador, las armas más poderosas de entre todas las conocidas.   También equiparon para la batalla a Hades, al cual entregaron un yelmo que lo hacia invisible, y a Poseidón, dios del mar, su tridente que lo hacia invulnerable a cualquier arma.  Finalmente algunos de los Titanes, viendo el poderoso ejército que Zeus reunía, decidieron combatir a su lado, y en contra de sus propios hermanos, éste fue el caso de Prometeo hijo de Japeto y Asia, pero hubo otros que también lucharon al lado de sus antiguos enemigos, los Cíclopes y Centímanos. 

Finalmente la batalla se desencadenó con gran estruendo del cielo y de la tierra. Todo retembló  bajo el poder de las fuerzas enfrentadas y no hubo un solo rincón de la tierra que no probara el fuego, el poder del rayo y la fuerza del agua, que desatada por Océano intentaba apagar el fuego encendido por Zeus.  Los Centímanos asediaban el Olimpo lanzando enormes piedras con cada una de sus cien manos mientras los Cíclopes pisoteaban a las tropas auxiliares de Crono que después de 10 años de duros combates acabaron huyendo del monte Olimpo, abandonando a Crono que finalmente fue castigado, con el resto de los Titanes que le habían seguido, a ser encadenados y expulsados para toda la eternidad al reino del Tártaro.  Siguiendo así la suerte que ellos mismos habían impuesto a sus hermanos Cíclopes y Centímanos. 

Al ocupar el poder Zeus, decidió sabiamente repartirlo entre sus tres hermanos. Así concedió a Poseidón el dominio absoluto sobre los mares.  A Hades el reino del inframundo,  allí a donde van los muertos.  Se reservó para sí el reino de los Cielos, y juntos compartieron la Tierra.  Pero si bien concedió un gran poder a sus hermanos se guardó de ceder la sede que se había establecido en el Monte Olimpo, y desde entonces reinó, junto a sus hermanos en su palacio, tomando como esposa a su hermana la diosa Hera.

Poco duró la tranquilidad pues Gea había sido ofendida, y Metis engañada, al no verse cumplida una de sus condiciones:  la de ser la primera esposa de Zeus. Secretamente madre e hija, buscaron una alianza con los Gigantes, que eran mucho más numerosos que los Titanes, los Cíclopes y los Centímanos juntos.  Tantos eran los Gigantes que no se podían nombrar como no se pueden nombrar todas las estrellas del cielo.  Reunido el ejército éste atacó inesperadamente al Olimpo y se engendró la batalla final y más grande que la Tierra hubiera visto.  Al mando del ejército que se oponía a Zeus, Gea puso al monstruoso Tifón, un ser que engendró ella misma con unos huevos fecundados por el propio Urano.  Tifón era una criatura horrenda, destructiva y enorme, mitad serpiente y que tenía cien cabezas de dragón.  Sus mil brazos generaban tal corriente de aire, cuando los ponía en movimiento, que no respetaba ni rocas ni fortalezas. Los dioses eran arrastrados por su turbulencia y debían de huir.   De hecho Zeus, Hades y Poseidón escaparon del Olimpo asediado, para preparar su estrategia y se escondieron en un lugar de la tierra que Tifón no conocía.  Con la ayuda de una estratagema le engañaron ofreciendole un singular banquete como si fueran pescadores, pero mientras dormía la envenenada digestión, le atacaron conjuntamente y consiguieron reducirlo.  Fue encadenado y arrojado al fondo del volcán Etna desde donde todavía ruge de vez en cuando con gran enfado.  Las miríadas de Gigantes quedaron sin dirección y fueron fulminadas por las fuerzas conjuntas del rayo y el mar, siendo sepultados para siempre en lo más profundo del reino de Hades, el inframundo del que nadie vuelve,  excepto algunos pocos entre los que se cuentan Orfeo en busca de su amada Eurídice, Ulises o el propio Hércules.  Pero eso es otra historia.