El viejo sillón de flores


El tapicero se dio vuelta para buscar la cuarta resma de tela a flores... su sonrisa hizo un breve descanso escondida tras las columnas del almacén.  Aquella señora le estaba poniendo la paciencia a prueba.  Cogió el siguiente pliego de ropa y maldijo a su primo que aquella misma mañana se había llevado el “monstruario”.   A la señora tampoco le gustó.
Volvió a la trastienda y le dio un sorbo al café, ya frio, que la clienta había interrumpido.  Sacó una resma nueva con flores y elevó un suplica al cielo.  Finalmente a la señora le encajó.  Acordaron que también tapizaría el puf a juego y después de hacerle cuatro números se despidieron hasta el día siguiente.  Recoger el sillón y el puf en su casa fue mucho más fácil.  La señora quiso saber cuando lo tendría listo.  Tres dias le dijo, y a ella le pareció mucho.  El tapicero no contestó, pero mientras bajaba por el montacargas masculló para si varias imprecaciones sobre la gente de Muntaner que creían que las cosas se hacen solas... pero lo dejó estar. No quería amargarse el día.


Tiempo después el viejo sillón ocupaba el espacio de la salita como el trono de una reina. Y es que la mamá reinaba desde su sillón de flores.  Todos pasamos por la antesala de los trueques. Por la sala de vistas de tanto conflicto que nunca salió de la salita.  De aquellas confidencias que fueron filtradas para que el rey no torciera el gesto o denegara su acuerdo.  Ella sabia como hacerlo desde su sillón.  Era una gran dama sin camarilla de ministros ni consejeros. Ella, en apariencia fácil de trato, iba siempre un paso por delante de todas nuestras intenciones, peticiones y mezquindades varias.  El viejo sillón fue en esas épocas de los 90 su único y fiel consejero.  En él reposaba la cabeza y rezaba por todos nosotros día tras día.  Allí incubó ella su resignación y su virtud.  En él aposentó durante años sus viejas posaderas, en otro tiempo lozanas y juguetonas, que no en vano había lucido presumidamente durante su época dorada.  El rey siempre sucumbió a sus encantos buen mozo como era.  Pero todo tiene un principio y un fin.  También lo tendría el viejo sillón al pasar los años.  No nos adelantemos.

Recuerdo con claridad muchas conversaciones en la salita.  Pero las imágenes que me vuelven siempre son las mismas.  La mamá leyendo un libro con el punto de media y las agujas aparcadas “para después”, mientras se ponía sus cassettes de música clásica. 

El viejo sillón aguantaba los años con resignación, mientras aprendía de los demás y de la tele...   Cuantos sesteos y cabezadas dio en el sillón?  Cuantos momentos difíciles tuvo que aguantar sentada en él? Cuantas confesiones con el padre Eugenio oyó el viejo sillón a lo largo de los años?  Nunca lo sabremos pero fueron muchas...

El viejo sillón acusó los años y empezó a renquear de una de sus patas traseras, la izquierda.  Recuerdo como lo reparé en Muntaner poniéndole un nuevo taco a una de las ruedecillas que facilitaban su desplazamiento.  Muchos años después  volvería a hacerlo con la ayuda de Pirgio, ya en mi casa, y sabiendo que era un ultimo intento para evitar su ocaso.

 El sillón siempre estuvo asociado a la mamá.  Pero también el papá refugió su cansancio vital en él durante años. Sobre todo hacia el final del invierno de su vida.

Pocas veces me senté, entonces, en el viejo sillón.  La que si recuerdo con emoción fue tu última madrugada papá. Sentado en él, que pasé en la salita con la puerta abierta de tu dormitorio, asistí a la sigilosa llegada de la Parca que te llevaría del brazito a la trascendencia.   Fue un breve atisbo, pero algo imparable se apoderó de tu tos agonizante que me hizo acudir a tu lecho, incorporarte para que respiraras mejor y abrazarte para infundirte el acompañamiento del traspaso.  Exhalaste tu último estertor en mis brazos apenas a unos metros del viejo sillón.

Y si, sentado en el viejo sillón fue como te pensaba cuando pocos días antes de dejarnos escribí unas lineas que ahora traigo al presente para alimentar nuestra memoria y la de los mas jóvenes que no te conocieron tanto como nosotros: los viejos hermanos que hoy nos reunimos. 

Dije entonces “No quiero despertar tu descanso.  Ayer tarde me quedé un largo rato a tu lado viendo como dormitabas.  Al pensar en tu vitalidad a la baja, pensé en mi propia existencia y envidié para mi unos ojos que atendieran mis semisueños finales como yo ahora hago contigo...”

Es difícil desprenderse de tanta costra de memoria como has acumulado viejo amigo, pero como sabes todo tiene su final.  Parece que en estos días se ventila tu ejecución, a falta de un indulto de ultima hora.  Puedes estar orgulloso de tu función y, si los sillones tienen sentimientos, estoy seguro de que afrontaras con resignación y orgullo tu paso a otra nueva vida, quizás reciclado en el punt net de Vilanova, vertedero que seguiremos visitando con regularidad y recordando tu fiel servidumbre a la familia durante tantos años.  Que así sea.


VNG 17 diciembre 2019

PD.  Había considerado varios finales para ti amigo entrañable... desde retapizarte, lo que haria perder tu querida piel de flores, y no sé si te hubiera gustado, hasta llevarte al vertedero, pero nunca hubiera imaginado, y eso que tengo imaginación de sobras, a veces demasiada, que el indulto de Diogenes te salvaria de pasar a otra vida.  Pero lo que para mi casi siempre es un inconveniente puede dar sorpresas como esta.  Finalmente seguirás con nosotros, a pocos metros de donde estas ahora, al otro lado del viejo muro de piedra que nos separa de nuestros suegros.  Es un buen Christmas Gift, no te parece?